viernes, 18 de diciembre de 2015

Casicuentos para Rita: El viento de Mees

Ciudad Mees, ciudad del viento.  Era difícil imaginar Mees sin su viento, el viento significaba vida en Mees, aquella megápolis lo necesitaba y cuando cayó la niebla fue mas evidente que nunca.
En Ciudad Mees el clima estaba controlado, había estaciones como en cualquier otro lugar del mundo, hacía frio, calor, llovía y hasta nevaba. Los ingenieros podrían haber diseñado un clima siempre cálido si lo hubieran deseado pero Mees era vida y prefirieron respetar los ciclos del tiempo que la había hecho posible, los ciclos que habían traído la vida hasta su era. No se buscaba la perfección, la vida en si misma ya era perfecta, el clima se controlaba tan solo para que no ocurrieran desastres y la vida pudiera seguir fluyendo, y la vida en Mees era imposible sin viento.
Siempre soplaba el viento, siempre. A veces eran cálidos vientos de un norte donde bullían las calderas de magma, otras el gélido viento de los páramos de hielo del sur, otras veces una brisa húmeda de las verdes montañas, otras el viento yodado de un mar que hacía milenios que había desaparecido… y muchos otros vientos, tan diferentes y tan iguales pero siempre viento. El viento renovaba constantemente el aire de Mees para hacerlo mas puro, mas respirable para que los pulmones, el cuerpo y hasta el alma se llenara de vida.

Entró la niebla y del viento nunca más se supo. Dejó de recorrer las calles de Mees, dejó de impregnarlo todo con sus aromas, dejó de oxigenar la vida. El viento y Mees eran uno, tal vez si hubiera seguido soplando con normalidad la niebla no se hubiera asentado, tal vez si ahora soplara con fuerza conseguiría despejarla pero el viento estaba en calma. La ciudad descansaba intranquila en la pesadilla de aquel manto de niebla, una calma aparente que escondía el peor de los desastres.