Mees era la inocencia, era
el culmen del desarrollo humano y sin embargo vivía y era posible porque
existía en ella la mas completa de las inocencias, la fe absoluta en las
personas, la fe absoluta en la propia ciudad y la mas completa de las fes en la
propia vida. El desarrollo tecnológico de Mees, el conocimiento casi pleno de
todas las ciencias la había convertido en una ciudad casi perfecta con una
sociedad que creía en ella misma y en sus personas y en la que hasta lo
imposible se hacía posible para la vida.
La inocencia no siempre
había existido así, se fue ganando generación tras generación. Se fueron
construyendo puentes en abismos de desconfianzas, se fue conociendo al otro y a
la vez a ellos mismos hasta llegar al más profundo de los conocimientos que
hacen que desaparezca cualquier barrera. Tras años de vivir así, tras años de
una ciudad y una sociedad que se comprendían a si mismas fueron desapareciendo
los prejuicios y se creo la absoluta inocencia. Pero no conviene olvidar que si
fue posible, si fue realidad fue porque, incluso al principio, los habitantes
de Mees tenían un substrato de inocencia y de fe en las personas y en la vida.
Sin ese sustrato Ciudad Mees hubiera sido imposible, jamás hubiera llegado a
ser tan pura, jamás hubiera llegado a ser tan inocente. Está en la genética del
almendro florecer de blanco y en la genética de mes estaba florecer de
inocencia y ambas flores eran tan bellas como efímeras.
Cayó la niebla y
desapareció la flor, se marchito por completo, desapareció la inocencia. En
Ciudad Mees se encontraron con un imposible y se perdió la fe en todo. La
semilla del mal no crece rápido pero termina extendiéndose incluso por los
terrenos mas áridos. Y así fue, llego poco a poco el miedo, con el miedo surgió
la desconfianza, con la desconfianza hasta la verdad parecía mentira y Ciudad
Mees se fue consumiendo en el fuego de la muerte. La vida perdió su importancia
ante el miedo de la muerte. Los Permis conservaron en parte la inocencia por
eso luchaban contra la niebla pero era esa inocencia primigenia, ese sustrato
de fe en la vida y en las personas que existía en sus primeros habitantes, pero
también ellos estaban completamente corrompidos. Acabar con la niebla no
supondría el renacer de Ciudad Mees, supondría tan solo hacer posible la
apertura de un camino a la resurrección, el mismo camino que iniciaron las
antiguas generaciones. Sin embargo Ciudad Mees era el único horizonte posible
cualquier otra ciudad jamás nacería de la inocencia y jamás llegaría a ella.