Voy a intentar continuar con la historia de Hopper que la dejé a medias. Casi ni me acordaba de los detelles y he tenido que hacer un pequeño repaso y tendré que volver a leerla para poder continuar pero me parece que es un buen momento para continuarla. No tengo demasiado tiempo pero por lo menos romperé con está época que me está resultando tan repetitiva. Así que tal vez salgan capítulos mas cortos pero creo que Hoper se merece seguir su camino hacia Ny Verden, hacia su nuevo mundo.
CCPR- Hoper XXXV: Desembarco
Las estrellas de Próxima Centauri centelleaban en sus ojos,
se acercaban a Driro. La estación espacial en nada se diferenciaba de la de la
tierra pero las vistas eran diferentes. Un planeta gris con pequeños brotes
verdes y azules en los lugares en los que había comenzado la terraformación. Driro
era uno de los cientos de planetas, que no siendo habitables, eran viables en
el universo. Su proximidad a la tierra le daba importancia estratégica pero lo
que realmente hacía importante era la concentración de agujeros de gusano que
había a su alrededor, desde allí se podía saltar a casi cualquier parte del
universo.
Hopper se quedó mirando abobado el planeta mientras la
estación orbitaba a su alrededor ofreciéndole una visión completa del planeta.
La mayoría de los trabajos de terraformación se concentraban en una zona de
apenas unos pocos miles de kilómetros cuadros. Dispersados por el resto del
planeta se veían otras señas de colonización humana pequeñas y escasas. Después
de la tercera vuelta casi tenía un mapa en su cabeza, a la cuarta se dio cuenta
de que uno de los polos del planeta nunca era visible y dejaba incompleto ese
mapa. Curioso accedió a los archivos en su vid y comprobó cada uno de los
espacios habitados con lo que se recogía en él vid. En aquel polo se suponía
que no había nada, pero Hopper era al menos tan curioso como Putnik y en cuanto
pudiera visitaría esa zona del planeta si es que tal cosa era posible.
Con Putnik enjaulado sobre sus piernas se sentó en un viejo
transbordador espacial que les llevaría hasta la superficie del planeta. Hopper
sacaba premios de su bolsillo y se los daba a la boca a Putnik a través de la
rejas de la jaula. Abriendo una pequeña compuerta que esta tenía en la parte
superior metió su mano para acariciarle el cuello, Putnik ronroneo de inmediato
y buscaba con su lengua la mano para lamerle. Cuando el transbordador toco
tierra ambos estaban dormidos.