Ciudades grises donde no hay espacio para las
flores,
vidas que discurren esperando un mañana mejor,
una esperanza en el corazón que no llegará nunca
porque no hay oportunidades para los olvidados.
Gris, tan solo eso le espera aunque amanezca cada
día
y sin embargo sonríen cada día, sonrisas
inocentes,
sonrisas que aun creen en los milagros imposibles
esos milagros que los poderes alimentan.
Tal vez sea mejor, mejor que no piensen,
mejor que no sean conscientes de que no hay
futuro,
aunque tal vez, tal vez si lo pensaran, si fueran
conscientes,
podrían combatir ese enemigo invisible que les
quiere presos.
Esclavos como lo somos todos, pero menos,
enemigo común que se viste con ropas elegantes,
pero no lo vemos, distraídos como estamos en la
vida,
alimentando sus sueños, su avaricia, su poder.
Voraces somos también, lo somos todos,
y obtenemos nuestra recompensa cuando pensamos
y reparten su miseria entre nosotros para
contentarnos
y sus sueños se convierten en los nuestros,
esclavos pagados.
Ciudades grises donde no hay espacios para las
flores,
brotes verdes que no llegaran a florecer nunca,
no hay sol los día de lluvia, no hay lluvia los
días de sol,
de vez en cuando, por un instante, aparece el arcoíris.