jueves, 28 de enero de 2016

Casicuentos para Rita: Recuerdos de Istne II

En su cabeza resonaban los acordes de una canción que hablaba de inviernos que se iban, de soles que tenían miedo a salir, de encontrarse en un mundo en el que nunca habían estado, de pequeños rayos que aparecían tímidamente para terminar rompiendo las nubes y desnudar las caras. Los latidos de un corazón nuevo naciendo a una vida donde los sentidos perciben lo que la cabeza no es capaz de interpretar. Así nació Mees. La vida antes de ciudad Mees no era vida, era un gélido invierno dónde las flores de la primavera jamás hubieran podido nacer por falta de luz para regalarnos sus colores, sus formas , sus aromas.
Otra canción, otro tema. Engañarse pensando que un paraíso podría durar para siempre. Incluso en la despedida mas dolorosa se decían así mismo que aquello podría durar por siempre. Calles hundidas a los pies al despedirse con una adiós que nunca sería un hasta luego, para echar en falta hasta la muerte y después de la muerte no hay nada. Y en brazos de la soledad vender el alma a un diablo dispuesto a comprar hasta la vida. Brindando por un adiós que nadie quería y que se envolvía en dolor.
El hola y el adiós a Ciudad Mees en dos canciones. En dos músicas diferentes y que de alguna manera ambas sonaban melancólicas. El miedo a lo desconocido, brindar por una despedida. Contraste entre la esperanza y la desesperación. La esperanza frenada por el miedo, la desesperación regada por la felicidad de lo que había sido.
Y ambas canciones habían sonado desde el principio aunque en Mees solo se prestaba atención a la primera la otra también había existido desde siempre.  Deberían haber estado mas atentos a lo que no querían escuchar. En demasiadas ocasiones lo que no escuchamos es lo que nos separa, lo que no permite que se entienden las personas porque escuchamos tan solo lo que queremos oir, la música que nos agrada, la canción que nos gusta. Pero las melodías de la vida siguen sonando aunque no les prestemos atención e ignorarlas es engañarse a uno mismo.

Pasión por la vida, negación de la muerte aun cuando ha sido aceptada, asumida, interiorizada. Así nació Ciudad Mees. Así murió. En Nies corazón de tango, en Maes un invierno que se iba. En Istne el invierno bailaba al descorazonador ritmo de un tango que había venido para quedarse. En Poseidón no había lugar para la música, tan solo el sonido de sus mareas y sus olas rompientes.