martes, 26 de enero de 2016

Casicuentos para Rita: La subjetividad de Istne


A mitad de camino entre dos mundos, en medio de la nada, en el medio de todo. Dos ciudades a las que amaba porque eran el rastro de cuando fueron una, en Nies estaba su corazón, en Maes su vida pero viviendo en Istne no vívia en ninguna. Era lo mejor, alejarse de ambas para vivir en Poseidón y liberarse de lo que fue pero acabó destuido. Pero Poseidón, el mar, era la esencia misma de lo que fue Mees. Istne, la isla negra, era el constante homenaje al edificio negro de Mees, el primer lugar dónde entro la niebla, el lugar donde nació el mar, el edificio del que el mar tomó su nombre.

Vivir en Itsne en cierta manera era seguir viviendo en Ciudad Mees, una ciudad vacia en la que ya no quedaba ni tan siquiera el recuerdo de sus calles. Su piedra negra, su magma ardiente de naranajas intensos, muerte y vida, reposo para un alma perdida. La soledad mas extrema del que se sabe que nunca estará ya acompañado aunque se encuentre rodeado de gente. Y en Istne Kaos estaba solo. Sin mas engaños posibles que lo que el mismo quisiera engañarse. En el fondo la realidad es una y la percepción de la realidad es una cosa en muchas ocasiones bien diferente.

¿Existió Mees? ¿Realmente aquella vida era tan perfecta? ¿o fue tan solo un producto de su deseo, de sus sueños? Construimos y ponemos en el mundo y en los demás lo que queremos que sean para nosotros y haciéndolo así a veces es fácil encontrar lo que buscas. Mees se encontró por casualidad, una de esas casualidades que el universo brinda escasamente en el devenir del tiempo pero también fue producto de una búsqueda que nadie había iniciado y que sin embargo había nacido con el mismo comienzo de los tiempos. Los ojos nos ciegan, vemos lo que queremos ver y entendemos lo que sucede con nuestros ojos. Esa es la realidad, la nuestra, otros ojos verán otras realidades y todas valen, todas coexisten y nadie tiene razón al interpretarlas. Un conjunto subjetivo de acontacimientos que nos traen vivencias. Y Mees fue en cierta manera eso, una realidad contemplada desde los voluntariosos ojos del amor.

Pero Kaos lo sabía, no tenía manera de demostrarselo así mismo, pero sabía que la realidad de Mees, la objetiva, no la que él veía, escondía realmente el secreto de la vida plena. Era incapaz de descifrarlo, fue incapaz mientras vivió en Mees, fue incapaz mientras vivió en Maes, ahora desde Istne la distancia fisica, temporal y psicológica era demasiado grande como encontrar ese secreto. Y aunque el secreto fuera una gran mentira la subjetividad en la que vivimos es nuestra realidad, nuestra vida y para Kaos, sin lugar a dudas, Ciudad Mees fue ese lugar donde la felicidad se vestía de sonrisas eternas.