lunes, 11 de enero de 2016

Casicuentos para Rita: Mirando a Poseidón

Poseidón dividió a Mees en dos,  un anillo azul planetario de agua salada que separaba dos ciudades, dos mundos. Maes, la ciudad del Mar, azotada constantemente por las tormentas que tenían su origen en Poseidón, Nies la ciudad que seguía sumida en la niebla. Nies ocupaba gran parte de la tierra habitable, como Mees seguía siendo inmensa, inabarcable. Maes era tan solo un reducto en un polo. Y Poseidón separándolas, un mar anillo de 2000 km de ancho, tal vez pequeño en tamaño pero imposible de atravesar debido a las constantes y desmedidas tormentas que se daban en su centro, unas tormentas que con persistente constancia se encaminaban hacia Maes. Tan solo podía llegarse de una ciudad a otra saliendo al espacio y eso, en la actual Mees, suponía un esfuerzo que ninguna de las dos ciudades podía permitirse. Ambas podían hacerlo si fuera necesario, si tuviera sentido, pero por el momento la comunicación entre ambos mundos estaba suspendida, al otro lado del mar el mundo, la vida, era diferente y ya no caminaban unidas hacia un mismo destino compartido.
Al menos una vez al día un habitante de Maes, un ser desnudo, sin protección contra la lluvia, contra el viento, contra el vacío del frio, se encaminaba al mar y allí donde las olas rompían con mayor violencia se sentaba para observarlo. Se sentaba para no pensar en nada, su mirada profunda atravesaba la tormenta y le invadían los recuerdos. Recuerdos de Mees, de su excepción, de la maravillosa vida que un día fue posible y con la que la niebla acabó para siempre. ¿Por qué? ¿Qué hicieron mal? ¿qué no supieron hacer para evitar la niebla lo ensombreciera todo? Preguntas para las que nunca encontraba respuesta, preguntas que tal vez no la tuvieran. Simplemente sucedió como sucedió la vida, nació surgida en el caos del universo y pereció hundida en ese mismo caos. Vida y muerte, principio y fin y solo con sentido en si misma.
Y cuando soñaba soñaba con Mees, aunque nunca se acordaba de sus sueños, porque cuando has vivido el sueño, el mayor sueño, el mas grande, el único,  el sueño que da sentido a la vida es imposible soñar ya con otra cosa. Otros sueños, otros deseos eran solo el clavo ardiente al que agarrarse, sustitutos conseguibles de un gran sueño que no podía alcanzarse y que daban sentido a una vida que sería demasiado triste sin ellos, pequeñas cotas de felicidad en un mundo triste y gris, como era el mundo antes de que Ciudad Mees llegara al esplendor de la vida plena. Soñar Mees era el primer paso para volver a construirla y el sueño era casi real porque ya se había vivido, real pero tal vez inalcanzable para él. La niebla, las tormentas y aquel mar eran obstáculos demasiado grandes y sus manos, su experiencia, su conocimiento de la vida demasiado cortos. De alguna manera lo sabía, solo en Poseidón podría encontrar las respuestas, tan solo en el mar se podían intuir los sueños.

Tras mucho tiempo visitando al mar,  su deseo, su sueño, su pequeña esperanza era que al otro lado del mar, en Nies, sumido entre la niebla que oscureció la vida, hubiera otro ser desnudo mirando al mar.