Tiees era la sonrisa de Mees.
Equis veía reflejada en esa sonrisa la mas pura expresión de lo que Mees
significaba para él, la vida plena en un mundo imperfecto, la felicidad a pesar
de los avatares de la vida. Cuando ambos se conocieron Tiees solía mirarle de
reojo, como una sonrisa entre divertida y desconfiada pero también era una
mirada abierta y sin miedo. Cuando cayó la niebla venció la desconfianza,
cuando cayó la niebla el miedo se apoderó de sus ojos. De Tiees recordaba todo,
pero ese día frente al mar sus expresiones faciales, un enigma casi siempre
para Equis, le invadían su cabeza. Esa mirada perdida, sumergida tal vez en
profundos pensamientos que atormentaban su vida o tal vez simplemente sin
pensar en nada, esa mohín que hacía con la boca cuando algo estaba lejos del
alcance de sus manos, como le sacaba la lengua arqueando las cejas para hacerle
burla cuando estaba de buen humor y sobre todo aquella sonrisa profunda que lo
iluminaba todo.
Pero Tiees guardaba un secreto,
una verdad que conocía de una manera inconsciente y que no podía verbalizar, en
parte porque no estaba segura, en parte porque prefería negarlo. Fue la única
persona en Mees que intuyó la niebla pero el miedo le impidió hablar de ella. Y
el miedo llegó a sus ojos, y con el miedo la desconfianza y aquella mirada pura,
dulce en inocente, esa inocencia que era una muestra de lo que Mees era, se
tornó sombría. Su sonrisa persistía luminosa pero sus ojos se volvieron
tristes. Equis apenas percibió el cambio, imbuido como estaba en la creencia de
un Mees indestructible y todo poderoso al que nadie ni nada podía hacerle daño
porque estaba por encima de todo. Ahora le daba vueltas estúpidamente a si
aquella mirada sombría fue el preludio de la niebla o la desconfianza y el
miedo hicieron que cuando cayó no pudieran disolverla. La gallina y el huevo,
el huevo y la gallina, un eterno debate que durante eones pareció estar
resuelto en Mees pero que la niebla había vuelto a poner en duda. La duda, la
desconfianza, el miedo vinieron con la niebla y fueron la tumba de Mees.
Equis penaba de impotencia,
también el lo debería haber previsto, también el lo debería haber intuido.
Tiees no lo puso sobre la mesa, Equis probablemente lo hubiera hecho para
buscar una solución o para buscar un final mas ordenado que no lo destruyera
todo. Los pensamientos profundos de Tiees sobre Mees siempre permanecieron
ocultos los de Equis eran demasiado explícitos, ambos se equivocaron actuando
de esta manera. Equis se juzgaba a si mismo y se condenaba, el bien siempre
tiene su reverso y en cierta manera le da sentido, ignorarlo y vivir en la
felicidad no hace que desaparezca. Y así había vivido como si Mees fuera
indestructible y sin estar atento a las posibles amenazas. Así era la vida en
Mees para Equis, una visión demasiado infantil de una realidad paradisiaca
donde la vida se sostenía a si misma por el mero hecho de existir. Sus manos la
cuidaron pero no como debieran, sumido en la felicidad no pudo ver las señales,
las amenazas, no supo ver el fin. La calma no puede ser eterna y en algún momento
debe de llegar la tormenta. En cierta manera ese era la excepcionalidad de
Mees, un mundo sin peligros, pero la vida siempre está amenaza y Equis no supo
cuidarla.
Eso es lo que llevó aquel día al
mar. Su impotencia, su decepción sobre si mismo, su falta de visión, no supo
cuidar lo que tanto amaba. Tal vez Tiees pudiera habérselo hecho ver pero Equis
estaba cegado por Mees, hubiera sido muy complicado. De Mees permanecía
imborrable el nombre, de Tiees su eterna sonrisa que no llegó a desaparecer
hasta el último momento.
La tormenta azotaba Maes, el clima
se hacía insoportable y el mar estaba agitado que nunca. Un pensamiento llego a
su cabeza, a la calma le siguió la tormenta, tal vez esta tormenta acabara y
volviera a reinar la calma. Tal vez también desapareciera la niebla. Demasiado
tarde para recuperar a Mees tal y como era, sin duda demasiado tarde para
recuperar la inocencia en la que vivía, pero tal vez no para reconstruir un
mundo nuevo donde pudiera pervivir el espíritu de Mees. Pero aunque no
desaparecieran daba igual, entre la niebla y las tormentas también se pueden
construir los sueños aunque primero hay que llegar a soñarlos. Equis volvería a
soñar, seguiría soñando, estaría por ver si tendrá fuerzas para construir sus
sueños. Si Mees volviera a sonreírle la fuerzas vendrían solas pero por el momento
tendría que construir tan solo con su recuerdo.