lunes, 25 de enero de 2016

Casicuentos para Rita: Istne, la isla negra de Mees

El orden volvió al planeta Mees, Nies y Maes evolucionaban adaptándose a una nueva realidad menos convulsa. Ambas sociedades subsistirían cada una por su lado pero Poseidón ya no era tampoco aquel mar terrible, tal vez algún día volvieran a colaborar, a relacionarse y tal vez algún día volvieran a crecer juntas, tal vez no unidas, pero si al menos en paralelo. Pero sería ya para otras gentes, el tiempo de Kaos se había terminado, era el comienzo de una nueva era, de la que Kaos, a pesar de sus esfuerzos, se había quedado fuera. Tan solo en Poseidón había un espacio él.
El mar, cuna de los sueños, de las esperanzas, cuna da la vida. Kaos podría ser el que uniera ambos mundos a través del mar pero aquellos mundos ya no serían para él, su corazón seguía viviendo en Ciudad Mees y allí traslado también su cuerpo. A una pequeña isla que surgió del magma que expulso Mees a través de una grieta en el fondo marino, desde lo mas profundo de su núcleo, una caldera de lava ardiente que creo una isla negra en medio del mar, allí dónde las tormentas tenían su origen. Inhóspito lugar para la vida. Negro, bajo las tormentas y ardiente por dentro. El lugar ideal para el alma de Kaos, a mitad de camino entre Maes y Nies, a mitad de camino entre dos mundos pero alejado de ambos, tan cerca y tan lejos. Un lugar donde la soledad no era una compañera, la soledad lo era todo.
Si Nies y Maes llegaban a entenderse la ruta pasaría por su isla y él estaría allí para esperarlos. En el único punto negro de Mees se destruyó la vida, tal vez  en aquella isla negra en el medio de la nada pudiera volver a estar el comienzo. Crecerían, se desarrollarían y ahí estaría Kaos para verlo, el testigo pasivo que nunca haría nada hasta que ambos mundos quisieran volver a encontrarse para ser solo uno.

Kaos “el gris” abandonó Maes y casi nadie le echó de menos. En Istne, la oscura isla nacida del magma, Kaos “el negro” empezó a esculpir con las manos, sangrando por los dedos, sus recuerdos. Y en la bella roca negra quedarían perpetuados para aquellas personas que quisieran embeberse en ellos, impertérritos, atemporales, sólidos y con aquel aura de tristeza de quién perdió aquello en lo que había creído, lo que mas había amado y que al perderlo lo perdió todo.