martes, 8 de noviembre de 2016

CCPR- Hoper II: Antecedentes

Hoper había nacido en la Tierra, en un barrio pobre de un país rico. Un país que, como casi todos en la tierra, vestía de democracia un régimen totalitario capitalista. Los ciudadanos votaban si, elegían libremente, pero las oligarquías controlaban los partidos tradicionales y exterminaban las nuevas iniciativas a base de campañas de prensa y una justicia a su servicio. Tan solo unas pocas iniciativas populares pervivían de mala manera, desacreditados, inoperantes y masacrados por los medios de comunicación que les tachaban de revolucionarios, de totalitaristas, de lo que fuera con tal de frenar su ímpetu. En ese habiente se creo una contra que equivocadamente decidió usar la violencia contra el sistema, una violencia de baja intensidad pero violencia al fin y al cabo. Atacaban propiedades privadas de los mas poderosos, destruían algunas de sus posesiones de estos sin darse cuenta de que les estaban haciendo el caldo gordo. Perder un transbordador resultaba muy barato como propaganda para sus causa, la única causa, el dinero. Los verdugos aparecían como víctimas y la deslegitimando la violencia legitimaban su sistema. Era impagable lo que la violencia hacia por ellos, de otra manera hubieran tenido que invertir mucho tiempo y dinero para limpiar su imagen y justificar su sistema.
Fue un niño introvertido y modélico, aunque como todos los niños de vez en cuando trasteaba y los castigos superaban con mucho lo que había hecho y Hoper no lo entendía. En la escuela destacaba entre todo el alumnado, inteligente sin esfuerzo, sobresaliente incluso en aquello que nadie le había enseñado. El profesorado le auguraba un gran futuro y no pudieron estar mas equivocados. Su brillantez se acabó con la adolescencia. Al cambiar de centro formativo se encontró en un ambiente en el que no era nadie, en el que había perdido aquel estatus que había ganado en diez años en su escuela, su introversión no ayudó nada. Descubrió el deporte y en parte por sus aptitudes físicas y en parte por su inteligencia era bastante bueno en lo que hacía, tal vez si hubiera nacido en otro lugar hubiera triunfado en el deporte pero nadie de las grandes ligas osaba acercarse a aquel barrio de mala muerte y nadie supo enseñarle aquellas cosas de las que carecía. Y más adelante su fracaso escolar se consumó definitivamente cuando se enamoró como solo los adolescentes se enamorarse y se olvidó de todo, de los estudios, del deporte, de todo aquello que esta entonces le había hecho feliz, porque el amor era lo que realmente deseaba. Pero aquello no era amor, era un coctel de hormonas descontroladas que alteraron toda su vida y que hicieron surgir al Hoper mas rebelde. Aquella chica nunca se fijó en él, y él nunca se atrevió a decirle nada.
Y con la sangre hirviendo empezó a contemplar el mundo con otros ojos, a buscar en todos el error tal vez para justificar los suyos, a buscar las inconsistencias entre los discursos de cada uno y los hechos pero en esta mirada no se incluyó a si mismo, cuanto hubiera aprendido si lo hubiera hecho. Pero fue consciente del sistema en que vivía, no sabía exactamente lo que pasaba pero su cerebro le decía que en el sistema había algo equivocado. Y aquella tarde de invierno mientras unos desconocidos atacaban enmascarados un transbordador orbital Hoper se unió a la algarada, no fue protagonista ni mucho menos, no sacó a los pilotos, no fue de los que prendió el fuego, pero estuvo allí, apoyando a la contra antisistema y estuvo con la cara descubierta.
En estos 3271 días no hubo ni uno solo que no se arrepintiera, había perdido muchos años de su corta vida e incluso aunque consiguiera escapar sabía que su vida no sería fácil. Proscrito, sin conocer a nadie y sin recursos, pero cualquier cosa era mejor que esperar a que llegara una muerta cierta en aquel maldito planeta. Si moría en el intento su condena simplemente terminaría antes.