martes, 29 de noviembre de 2016

CCPR- Hoper X: Tierra

Espacio-puerto Rotterdam, el mayor espacio-puerto de toda la galaxia, con amarré en sus dársenas para mas de seiscientas naves de salto y miles de cargueros orbitales. Dedicado, salvo contingencias en otros espacio puertos, exclusivamente a la carga, era el nexo de unión del mercado de la tierra con cualquier otro planeta o civilización. Miles de trabajadores iban y venían de la tierra a la estación en turnos semanales y de ellos dependía en gran parte el sistema económico de la tierra. El comercio era y es el motor económico de cualquier economía y por Rotterdam pasaban millones de contenedores al día. Cualquier cosa se compraba y se vendía. Muchas de las compras que se hacían en la tierra venían de alejados planetas con costes de producción mas bajos que ofrecían precios mas competitivos incluso incluyendo los gastos de transporte. Como en cualquier civilización existían sociedades mas ricas y mas pobres, en la antigua tierra se hablaba de países desarrollados y en vías de desarrollo, ahora que la tierra era un sistema global muy desarrollado existían los planetas en vías de desarrollo. En ellos se producía en condiciones infrahumanos, larguísimos turnos de trabajo, explotación infantil, todo valía a las grandes corporaciones. Pero no nos engañemos no solo las corporaciones eran responsables, cada persona buscamos el precio mas barato sin preguntarnos tan siquiera como es posible. Los planetas en vías de desarrollo eran productores de bienes de consumo masivos, los planetas desarrollados exportaban tecnología y productos de alto valor añadido. Nada había cambiado desde aquel histórico momento de la revolución industrial.
El metsal que se recogía en planeta-prisión, era depurado en la tierra en industria tecnológicamente muy desarrolladas. Se había cuidado muy mucho que esa tecnología fuera secreta y no llegara al resto de la galaxia. El mercado del metsal era unos de los pilares de la economía terrestre. El contenedor donde viajaba Hoper bajaría a la tierra.
Las compuertas del espacio puerto se abrieron y los ruidos empezaron a inundar los oídos de Hoper. Los primeros días de viaje había deseado mas que nada en el mundo oír aquellos sonidos, ahora no significaban nada, seguía metido en su mundo, musitando sus oraciones. El viaje, su huida, estaba llegando al momento definitivo pero Hoper estaba a punto de morir, de aquella vida con la que había soñado, de aquellas ansias de vivir no quedaba nada. Lo único que quedaba de Hoper eran piel, huesos y un corazón que latía al ritmo cansino de su cerebro demenciado.
Sin tardar mucho los contenedores empezaron a ser trasladados a los cargueros orbitales, también en el que se alojaba Hoper, quién sin embargo no notó absolutamente nada, no solo porque el traslado se hiciera con la mas absoluta de las suavidades si no porque aunque le hubieran tirado por un precipicio de 3271 metros Hoper no hubiera notado nada, le hubiera llegado la muerte y tal vez hubiera sonreído.
El carguero no tardó en despegar y bajar a tierra, el cuerpo de Hoper volvió a pegarse contra las paredes del contenedor y perdió el conocimiento. Esta vez no lo recuperó. El carguero orbital se posó en tierra y su contenedor fue depositado en un almacén con otros miles de ellos a la espera de que el metsal que contenía fuera procesado.
Inconsciente pero no muerto, el cuerpo de Hoper reposaba tranquilo sobre suelo firme. Muerte y vida se encontraban ahora en un equilibrio inestable, para bien o para mal su cuerpo no tardaría en buscar la estabilidad.