Echo una bola, en posición fetal, desnudo dentro de un traje
de protección que ya ni se molestaba en limpiar. Barba, delgado en extremo,
terribles ojeras debajo de sus ojos, sus huesos debilitados por la ausencia
constante de gravedad, demenciado por la oscuridad, por la soledad, por la
ausencia de ruidos, demacrado miraras por donde le miraras. 32 horas, 7 minutos
y 1 segundo para el final de un viaje, menos de día y medio pero Hoper ya no
miraba el cronometro, hacía casi ya una semana que había entrado en una total
depresión y ya todo le daba igual, si hubiera encontrado la forma hubiera
intentado suicidarse aunque probablemente no hubiera encontrado el valor para
hacerlo.
Recitaba ahora una de aquellas oraciones que aprendió de
niño, un sinsentido de palabras vacías a un dios en el que nunca había creído.
En un mundo donde la ciencia era capaz de explicarlo todo, donde la ciencia
había hecho posible lo imposible, donde podía controlarlo casi todo excepto la
muerte, la existencia de un dios había perdido prácticamente el sentido. Tan
solo la muerte, mas bien la necesidad humana de transcendencia, hacía que se
sostuviera. Los humanos lo comprendían todo excepto su propia muerte, y si la
comprendían la temían, y ese era el espacio que ocupaba dios, la posibilidad de
volver a otra vida tras la muerte, la esperanza de que tras la muerte no se
acabara todo. Y esa era la excusa perfecta de las religiones para aferrarse al
mundo, para captar adeptos, seguidores, practicantes o simplemente personas que
se identificaban a si mismas como de una religión u otra por lo que pudiera
pasar, por la remota esperanza, por un sentimiento de ¿y si existe un dios?.
Pero hacía siglos que las religiones se habían convertido en auténticos lobbys,
querían mantener su poder en el mundo y lo habían conseguido. Tenían parte del
poder económico, habían aprovechado durante siglos su posición para amasar
auténticas fortunas y aprovechaban su capacidad de influencia en sus fieles
para presionar y tener presencia en el poder político. De religión realmente
quedaba realmente poco, era otro negocio mas, que se justificaba así misma y
justificaba incluso guerras santas para mantener su poder. Era la historia de
la iglesia donde la espiritualidad tan solo era un recurso que explotar para
mantener su status quo. Si realmente existiera un dios bondadoso se
avergonzaría de los que decían representarle en la tierra.
Hopper nunca fue religioso, pero de pequeño había estado en
grupos de tiempo libre cercanos a la iglesia, hacían muchas salidas a la
naturaleza e hizo muchos amigos allí, una sutil forma de captación. Nunca llego
a creer en dios, su mente analítica descartaba las remotas posibilidades de que
existiera, pero aquellos días en compañía de sus amigos fueron algunos de los
mas felices de su vida. Aquellas oraciones que ahora recitaba, le vinieron a la
cabeza en uno de sus primeros raptos de locura y por el miedo a la muerte, por
el miedo a que todo se acabara empezó a recitarlas sin parar. Ahora simplemente
eran una esterotipia que lejos de ayudarle abundaba en su propio hundimiento.
El viaje estaba llegando a su fin, apenas un par de saltos y
un agujero de gusano, unas pocas horas mas, sin embargo el destino de Hoper era
ahora, si cabe, mas incierto que nunca.