lunes, 28 de noviembre de 2016

CCPR- Hoper IX: Oración

Echo una bola, en posición fetal, desnudo dentro de un traje de protección que ya ni se molestaba en limpiar. Barba, delgado en extremo, terribles ojeras debajo de sus ojos, sus huesos debilitados por la ausencia constante de gravedad, demenciado por la oscuridad, por la soledad, por la ausencia de ruidos, demacrado miraras por donde le miraras. 32 horas, 7 minutos y 1 segundo para el final de un viaje, menos de día y medio pero Hoper ya no miraba el cronometro, hacía casi ya una semana que había entrado en una total depresión y ya todo le daba igual, si hubiera encontrado la forma hubiera intentado suicidarse aunque probablemente no hubiera encontrado el valor para hacerlo.
Recitaba ahora una de aquellas oraciones que aprendió de niño, un sinsentido de palabras vacías a un dios en el que nunca había creído. En un mundo donde la ciencia era capaz de explicarlo todo, donde la ciencia había hecho posible lo imposible, donde podía controlarlo casi todo excepto la muerte, la existencia de un dios había perdido prácticamente el sentido. Tan solo la muerte, mas bien la necesidad humana de transcendencia, hacía que se sostuviera. Los humanos lo comprendían todo excepto su propia muerte, y si la comprendían la temían, y ese era el espacio que ocupaba dios, la posibilidad de volver a otra vida tras la muerte, la esperanza de que tras la muerte no se acabara todo. Y esa era la excusa perfecta de las religiones para aferrarse al mundo, para captar adeptos, seguidores, practicantes o simplemente personas que se identificaban a si mismas como de una religión u otra por lo que pudiera pasar, por la remota esperanza, por un sentimiento de ¿y si existe un dios?. Pero hacía siglos que las religiones se habían convertido en auténticos lobbys, querían mantener su poder en el mundo y lo habían conseguido. Tenían parte del poder económico, habían aprovechado durante siglos su posición para amasar auténticas fortunas y aprovechaban su capacidad de influencia en sus fieles para presionar y tener presencia en el poder político. De religión realmente quedaba realmente poco, era otro negocio mas, que se justificaba así misma y justificaba incluso guerras santas para mantener su poder. Era la historia de la iglesia donde la espiritualidad tan solo era un recurso que explotar para mantener su status quo. Si realmente existiera un dios bondadoso se avergonzaría de los que decían representarle en la tierra.
Hopper nunca fue religioso, pero de pequeño había estado en grupos de tiempo libre cercanos a la iglesia, hacían muchas salidas a la naturaleza e hizo muchos amigos allí, una sutil forma de captación. Nunca llego a creer en dios, su mente analítica descartaba las remotas posibilidades de que existiera, pero aquellos días en compañía de sus amigos fueron algunos de los mas felices de su vida. Aquellas oraciones que ahora recitaba, le vinieron a la cabeza en uno de sus primeros raptos de locura y por el miedo a la muerte, por el miedo a que todo se acabara empezó a recitarlas sin parar. Ahora simplemente eran una esterotipia que lejos de ayudarle abundaba en su propio hundimiento.

El viaje estaba llegando a su fin, apenas un par de saltos y un agujero de gusano, unas pocas horas mas, sin embargo el destino de Hoper era ahora, si cabe, mas incierto que nunca.