miércoles, 16 de noviembre de 2016

CCPR- Hoper V: Despegue

Los motores rugieron de manera atronadora y el carguero orbital despego del suelo aplastando a Hoper contra el suelo de contenedor de mineral. Su cuerpo estaba soportando sin la protección que brindaban las naves a los pasajeros fuerzas superiores a 10 g, una aceleración de mas de 350 km/h por segundo. Perdió el conocimiento prácticamente de inmediato. Se despertó hecho una manojo de nervios, seguía pegado contra el suelo y no oía nada. En su desesperación pensaba que se le habían reventado los tímpanos de la presión y que se quedaría sordo para siempre. Tardó unos minutos en reaccionar y cuando lo hizo se le ocurrió golpear la pared del contenedor, oir el golpe fue todo un alivio. Viajan dentro de la atmosfera hacia el espaciopuerto a una velocidad superior a los 5000 k/h, todo el sonido quedaba demasiado atrás y cuando salieran de la atmosfera llegarían al silencio espacial, donde las ondas de sonido no pueden transmitirse, o al menos no en la frecuencia necesaria para que lo oigan los oídos humanos. Sería un viaje silencioso, todo lo que escuchara provendría del interior y en el espacio de carga lo único que podría producir algún sonido era el mismo.
Se empezó a marear, esta vez no iba a perder el conocimiento, era el mareo del viajero. Recordó aquellas excursiones que hacía de niños a los espacios naturales, el siempre se sentaba en las primeras filas del autobús porque se mareaba, tomaba pastillas contra el mareo pero a pesar de todas las precauciones en muchas ocasiones termina vomitando. Y así sucedió. Vomitó, pero esta vez tuvo que vomitar dentro de su traje de protección. En gravedad 0 el vomito no podía tener la delicadeza de caer hacia abajo y se quedó flotando por el casco. El olor y la sensación viscosa que le rodeaba la piel hizo que vomitara de nuevo. No había previsto aquello, seguramente habría miles de cosas que no había previsto. Con toda la rapidez que le permitía el mareo pensó que ya podía quitarse el casco, había dejado de notar aquella presión contra el suelo, estaban en el espacio. Se lo quitó y aspiro el vomito con el aparato destinado a absorber las heces y la orina que había conseguido en el mercado negro del planeta-prisión. Reciclaba todos los desechos humanos convirtiéndolos fundamentalmente en agua y un polvo negruzco que podía usarse como compostaje. Se había provisto de agua pero el agua reciclada sería fundamental para sobrevivir en el viaje. Aunque tenía las raciones contadas decidió comerse parte de la primera porque el marero del viajero se mitiga comiendo. Seguramente volvería a vomitar pero era la única manera de que su estómago se acostumbrara a aquel vaivén desconocido. Que fácil era viajar en los compartimentos de pasajeros donde todo estaba pensado y preparado para que no notaran ninguno de estos efectos, pero su viaje sería como viajar en un antiguo barco que a veces a avanza por aguas tranquilas y otras se ve agitado por el oleaje de una tormenta. Así era la vida.

Miró el reloj, el cronometro marcaba 3 horas, 2 minutos y 71 milesimas de segundo de viaje, faltaba muy poco para llegar a el espaciopuerto, tenía que volver a ponerse el casco, confiaba en no volver a vomitar. Escuchó como se cerraban las compuertas y miles de sonidos llegaron a sus oídos. La carga se trasladaría a la nave de salto en unas 6 horas y partirían 6 horas mas tarde. 12 horas de sonidos antes de volver al silencio espacial. Lleva con él un dispositivo con las canciones de su vida almacenadas pero la batería tan solo era operativa durante unas 40 horas, tendría que administrarlas bien, era lo único que podía distraerle de la soledad a la que iba a enfrentarse. Tarareo una vieja canción: “como los recién nacidos necesito ver con los oídos lo que mis ojos no oyen”