La ingravidez volvió de repente. En un momento paso de estar
tumbado en el suelo a estar flotando en el pequeño cubículo donde se alojaba.
La nave de salto se había desensamblado del espaciopuerto orbital y perdido la
gravedad artificial de la estación. Habían despegado. La aceleración en las
naves de salto era débil pero constante y estando muy cerca de agujero de
gusano del sistema no saltaría a la velocidad luz hasta después de pasarlo. La
física espacial quedaba muy grande para los conocimientos de Hoper y solo había
entendido los agujeros de gusano con un viejo juego al que jugaban de niños en
la escuela. Se doblaba un papel en blanco y cada uno de los dos jugadores ponía
varios circulitos que representaban sus naves. Se trataba de hacer un punto en tu
lado de la hoja, doblar el papel y marcarlo por encima para que la tinta se
quedara marcada en el otro lado del papel, si acertabas con en el circulito de
una nave “enemiga” la destruías. El primero que destruyera todas ganaba el
juego, y Hoper le encantaba jugar a ese juego. Y eso era mas o menos el efecto
de los agujeros de gusano, plegaban el espacio-tiempo y salían en otra parte de
la galaxia, por esa razón las naves de salto también eran conocidas como
plegadoras.
Habían pasado 3 minutos, 27 minutos y 1 segundo desde que la
nave había dejado su amarré cuando todo comenzó a vibrar, a moverse bruscamente
en todas las direcciones, Hoper tenía la sensación de estar dando vueltas de
campana descontroladamente. Habían entrado en el agujero de gusano y su casco
se volvió a llenar de vómito. Que diferente era el viaje en los espacios
habilitados para pasajeros. Perdió el conocimiento y lo recupero varias veces,
vomitó y volvió a vomitar y cuando por fin la tranquilidad volvió su traje
estaba completamente sucio por dentro, en el casco volvía a flotar el vómito y
sus heces flotaban constreñidas por el traje. Habían pasado el primer agujero
de gusano y aun le quedaban varios, ahora se lanzarían a la velocidad de la luz
en busca del próximo. Fue solo un instante pero se comprimió fuertemente contra
el suelo, tanto que le dolía todo el cuerpo, todos los huesos, el cráneo se le
comprimió con tanta fuerza que pensaba que le iba a estallar la cabeza. A penas
un segundo y todo había pasado, sin luz, sin sonido, y flotando en su cubículo
volvió la sensación de tranquilidad y bien estar, se quitó el traje y volvió a
limpiarlo por dentro. Se afanó en la limpieza pero el olor sería su compañero de
viaje, después de cada salto podría quitárselo unas horas pero el olor
impregnado en la tela no desaparecería de aquel cubículo.
Comió otra ración para asentar el estómago y la sensación de
bienestar fue creciendo hasta que le sobrevino una sensación de claustrofobia.
Llevaba apenas un día encerrado y le quedaba mas de un mes, había previsto que
esto pudiera pasar porque, junto al miedo a las alturas, era una de sus fobias
mas comunes. No le pasaba siempre pero si algunas veces, saco un potente ansiolítico
del botiquín y en poco tiempo se quedó dormido. Sus sueños fueron inquietos y
en ellos tenía una presencia constante aquella chica de la que se enamoró, como
solo los adolescentes se enamoran, siendo un adolescente. Sueños de amor pero
sobretodo sexuales. 27 años y jamás había tenido una relación sexual,
pornografía y masturbación era todo lo que sabía del sexo. Sus hormonas pedían
sexo, lo que verdaderamente anhelaba su alma era amor. Se despertó con la
sensación de humedad que había dejado el semen entre sus piernas, su pene
estaba empalmado y no dudo en masturbarse para afanarse de nuevo en recoger los
desechos.