martes, 22 de noviembre de 2016

CCPR- Hoper VII: gusano y salto

La ingravidez volvió de repente. En un momento paso de estar tumbado en el suelo a estar flotando en el pequeño cubículo donde se alojaba. La nave de salto se había desensamblado del espaciopuerto orbital y perdido la gravedad artificial de la estación. Habían despegado. La aceleración en las naves de salto era débil pero constante y estando muy cerca de agujero de gusano del sistema no saltaría a la velocidad luz hasta después de pasarlo. La física espacial quedaba muy grande para los conocimientos de Hoper y solo había entendido los agujeros de gusano con un viejo juego al que jugaban de niños en la escuela. Se doblaba un papel en blanco y cada uno de los dos jugadores ponía varios circulitos que representaban sus naves. Se trataba de hacer un punto en tu lado de la hoja, doblar el papel y marcarlo por encima para que la tinta se quedara marcada en el otro lado del papel, si acertabas con en el circulito de una nave “enemiga” la destruías. El primero que destruyera todas ganaba el juego, y Hoper le encantaba jugar a ese juego. Y eso era mas o menos el efecto de los agujeros de gusano, plegaban el espacio-tiempo y salían en otra parte de la galaxia, por esa razón las naves de salto también eran conocidas como plegadoras.
Habían pasado 3 minutos, 27 minutos y 1 segundo desde que la nave había dejado su amarré cuando todo comenzó a vibrar, a moverse bruscamente en todas las direcciones, Hoper tenía la sensación de estar dando vueltas de campana descontroladamente. Habían entrado en el agujero de gusano y su casco se volvió a llenar de vómito. Que diferente era el viaje en los espacios habilitados para pasajeros. Perdió el conocimiento y lo recupero varias veces, vomitó y volvió a vomitar y cuando por fin la tranquilidad volvió su traje estaba completamente sucio por dentro, en el casco volvía a flotar el vómito y sus heces flotaban constreñidas por el traje. Habían pasado el primer agujero de gusano y aun le quedaban varios, ahora se lanzarían a la velocidad de la luz en busca del próximo. Fue solo un instante pero se comprimió fuertemente contra el suelo, tanto que le dolía todo el cuerpo, todos los huesos, el cráneo se le comprimió con tanta fuerza que pensaba que le iba a estallar la cabeza. A penas un segundo y todo había pasado, sin luz, sin sonido, y flotando en su cubículo volvió la sensación de tranquilidad y bien estar, se quitó el traje y volvió a limpiarlo por dentro. Se afanó en la limpieza pero el olor sería su compañero de viaje, después de cada salto podría quitárselo unas horas pero el olor impregnado en la tela no desaparecería de aquel cubículo.
Comió otra ración para asentar el estómago y la sensación de bienestar fue creciendo hasta que le sobrevino una sensación de claustrofobia. Llevaba apenas un día encerrado y le quedaba mas de un mes, había previsto que esto pudiera pasar porque, junto al miedo a las alturas, era una de sus fobias mas comunes. No le pasaba siempre pero si algunas veces, saco un potente ansiolítico del botiquín y en poco tiempo se quedó dormido. Sus sueños fueron inquietos y en ellos tenía una presencia constante aquella chica de la que se enamoró, como solo los adolescentes se enamoran, siendo un adolescente. Sueños de amor pero sobretodo sexuales. 27 años y jamás había tenido una relación sexual, pornografía y masturbación era todo lo que sabía del sexo. Sus hormonas pedían sexo, lo que verdaderamente anhelaba su alma era amor. Se despertó con la sensación de humedad que había dejado el semen entre sus piernas, su pene estaba empalmado y no dudo en masturbarse para afanarse de nuevo en recoger los desechos.