martes, 15 de noviembre de 2016

Debajo de su piel había sangre,
por encima la cubría una coraza,
mucho tarde en descubrir ambas cosas.
Lo hice el día que la pinché,
un pinchazo suave, sin querer,
apenas el roce de la espina de una rosa,
pero sangró y se cubrió con su coraza.
Ya nada fue igual.
Yo también la había hecho daño.
Me perdonó y me siguió perdonando,
hasta que ya no pudo mas,
hasta que las heridas eran demasiado profundas
y su coraza no resistía mis ataques.
Así fue, venía una y otra vez
para salir siempre herida,
hasta que dejó de venir,
hasta que comprendió
que eso nunca cambiaría.
Pero no se puede huir eternamente del dolor,
el dolor forma parte de la vida.
Fui cruel porque soy humano
aunque jamás quise hacerla daño,
sentía que debía defenderme
sin darme cuenta que así perdía
aquello que quería defender.
Lo mas triste es que se que volvería a repetirse,
que intentaría que no sucediera,
pero que mi dolor sería de nuevo el suyo.
No hay mas vueltas que darle,
la sigo queriendo, es evidente,
y viajará siempre conmigo
aunque tan solo pueda ser ya en el recuerdo.
Le deseo toda la felicidad del mundo,
esa que me dio y que yo quería devolverle.
En este día tan especial
solo se me ocurre pedir disculpas,
ojala pudiera entregarle esa felicidad
pero creo que de mi solo recordará la tristeza.