martes, 19 de julio de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XXXVIII Espera

Probablemente el presidente no tardaría en descubrir que todo había sido un engaño, pero el transmisor estaba colocado y en un máximo de 48 horas, según estimaciones del ciberbog, habría podido hackear hasta las claves de acceso mas segura y recopilar toda la información que se encontrara en cualquiera de los dispositivos de almacenamiento que hubiera en ese despacho e incluso en otros aledaños a los que pudiera llegar el alcance del aparatito.
Cuando planeamos este encuentro el Ciberbog me decía que no tenía sentido hacerlo que se habrían desecho de toda la información que pudiera implicarles de alguna manera en la muerte de la doctora. El Ciberbog tenía sentimientos pero todavía estaba lejos de comprender la naturaleza humana, la de algunos humanos al menos, la de esos humanos a los que todo vale para conseguir sus objetivos, que solo piensan en si mismos, que piensan que los demás les van a traicionar porque ellos mismos lo harían sin dudarlo si respondiera a sus intereses, en esos seres humanos, en definitiva, para los que solo existe el yo, después el yo y por último el yo mismo. Yo no tenía ninguna duda de que habrían guardado cualquier documento o prueba que pudiera implicar a cualquiera de sus colegas en esa o en cualquier otra actividad delictiva, para usarlos contra ellos cuando lo consideraran necesario.
Pero habría que esperar, me moría de ganas de que el Ciberbog me pasara todas las informaciones relevantes. Dependiendo de que tipo fueran deberíamos analizar que hacer con ellas. Pero ahora solo cabía esperar. Por lo general soy un hombre bastante paciente y por mucho que desee algo puedo esperar casi eternamente. Sin embargo con ella no pude ser así, la quería y la quería ya, la quería siempre, los minutos sin ella se me hacían horas, las horas días y las noches eternas. Supongo que la agobié, que no la dejé espacio, que ella deseaba otro ritmo o que simplemente no podía ofrecerme mas de lo que me daba. Tal vez me dio mas de lo que debía y yo no supe mostrar que lo apreciaba. Lo hacía, sabía que cada minuto que pasábamos juntos era a costa de sacrificar otras cosas, yo también las sacrificaba aunque sacrificara menos, pero creo que llego un momento que a ella dejó de merecerle la pena. Se que disfrutaba cada minuto que estábamos juntos pero cada minuto separados era un infierno. Para mi lo era, creo que para ella lo era también pero es que además las llamas de me infierno se extendían hasta el suyo haciéndolo mas difícil de soportar. Sin duda no fue lo único que la apartó de mi pero tan solo eso hubiera sido suficiente. Demasiado sufrimiento para pocos momentos de felicidad. A mi me merecía la pena pero creo que en realidad ella tomó la decisión mas adulta aunque la manera de dejarme no lo fue en absoluto. ¿Me lo merecía? Probablemente si, pero siempre he pensado que me merecía otra cosa. Siempre he querido pensar que si lo hizo así era porque para ella también suponía un inmenso dolor, quiero pensar que me quería y que separarse de mi la dolía intensamente. Todo suposiciones, quiero suponer también que me quería, que al menos me quiso en el algún momento pero nunca me lo dijo y eso, eso es un terrible vacío en mi alma. Cuando la preguntaba ella me decía que me fijara en las cosas que hacía, que lo que hacíamos era mucho mas importante que las palabras. No le faltaba razón pero yo quería, necesitaba, hubiera hecho cualquier cosa por oir un te quiero. No lo entendía, decía que si pero no lo hacía. Aun hoy lo sigo sin entender del todo, pienso que me lo hubiese dicho si llegaba el momento que decidiera romper todo para venir conmigo. Pienso que para ella un te quiero era algo tan profundo que implicaba mucho mas que el sentimiento que conllevan las propias palabras, un te quiero como una apuesta completa. Éramos diferentes, yo dije demasiado pronto que la quería, pero mi te quiero también era una apuesta por romper con todo e irme con ella. Demasiado pronto, un gran error, porque nadie en su sano juicio podía creerse que en tan poco tiempo me hubiera enamorado tan profundamente de ella que estaría dispuesto a dejarlo todo. La entiendo. Sin duda podía parecer mentira aunque todo lo que hice tal vez pudiera haber ayudado a que comprendiera que no lo era.
Pasan los días, los meses y cada día me encuentro mejor, el dolor va desapareciendo, su vacío ha dejado de ser un agujero negro que absorbe toda mi luz y su recuerdo ya no es tan idílico. No se dónde me llevará la vida, no se ni tan siquiera como acabara esta historia y quién y cómo seré cuando acabe pero en mi cabeza siguen resonando las palabras de la letra de una canción que, aun siendo vieja, descubrí cuando aún estaba con ella: dejaré mis puertas bien abiertas para cuando quieras volver.

Se hizo la noche sin nada que hacer, el calor apretaba con fuerza, las letreros de los bares relucían en la oscuridad y los recuerdos me empujaban a perderme en esos tugurios a los que llegué a acostumbrarme. Pero no lo hice, ahora tenía más fuerzas, ahora la vida me ofrecía, al menos por un momento, un sentido.