viernes, 22 de julio de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XLI Perversión

La tarea de repasar y eliminar toda la información que pudiera haber sobre Ram en la documentación que contábamos fue aun mas ardua y costosa que su primer visionado. El propio Ram lo hubiera podido hacer en pocos minutos, tal vez en segundos, tal vez en menos pero decidí encargarme yo por temor a que no quisiera eliminar datos relevantes para esclarecer la muerte que estuvieran contactados directa o indirectamente con él. Se sacrificaría por la doctora, se sacrificaría creo que por cualquier ser humano, esa era su naturaleza, para eso estaba programado y cuando los sentimientos surgieron en él se exacerbo ese deseo de protección de la cualquier vida humana.
El informe final, obviando a Ram, dejaba bien a las claras como se había producido la muerte de la doctora e implicaba de una manera u otra a directivos de la corporación, políticos, jueces y un largo etcétera. El propio Ram lo repasó y convino conmigo que parecía suficiente pero volvió a insistir en enviarlo integro.
Por cambiar de tema en primera instancia y porque realmente debíamos decidir a dónde o a quién enviar las pruebas le pregunté si tenía alguna idea al respecto. Su concepto del bien e integridad solo le permitían pensar en el cauce formal, que no era otro que la judicatura. Casi de inmediato me envío montones de informes sobre que jueces que parecían personas integras y que, en algún caso, habían incluso llegado a condenar algunas de las actuaciones ilegales de la corporación. A penas me molesté en leerlos, no podíamos saber hasta qué punto podían tener algún tipo de ligazón con la corporación, no sabíamos si podrían estar a su servicio pero manteniendo las apariencias, no sabíamos si incluso esas condenas podían ser parte de una tapadera. El ser humano es perverso, y el poder pervierte aún mas. No podíamos fiarnos de nadie y enviárselo a la persona equivocada podía poner en peligro la vida de Ram. Así se lo dije y volvimos a discutir sobre su propia importancia.
Ram no comprendía la perversión, comprendía lo que significaba, pero no que los humanos pudiéramos serlo, al menos no todos, ni tan siquiera la mayoría. En parte compartía su opinión, la mayoría de las personas son buenas, pueden tener diferentes conceptos del bien y el mal pero actúan en su vida conforme a esas reglas y lo hacen en la creencia de que obran bien pero llegado el caso todas las personas saltamos es línea, a veces difusa, que separa el bien del mal. Unos lo hacen pocas veces, otros muchas y cuando lo haces muchas veces cambia también tu sistema de valores y tu propio concepto del bien y el mal. Pocas personas son capaces de soportarse a si misma si tienen conciencia de obrar mal bajo sus estándares, normalmente es muchísimo mas llevadero para el cerebro humano cambiar los estándares.
Y yo era un ser humano y por tanto perverso y malicioso llegado el caso y es en esa parte de mi dónde encontré la solución. No necesitábamos personas integras, no necesitábamos jueces, necesitábamos enemigos de la corporación que aprovecharan esa información para ir a por ellos. Además sus enemigos no tendrían ninguna información con Ran, no sabrían porque habían matado a la doctora y eso nos permitiría tener algunos días en los que la confusión permitiera sacar a Ram de las instalaciones. Se lo conté a Ran y le pedí un listado de los enemigos comerciales o de cualquier otra índole de la corporación. Tardo un poco más de lo que esperaba pero me devolvió un montón de resultados. Ahora si invertí tiempo en leer cada expediente e iba descartando los que podía parecerme que la enemistad no era tan patente y a los que me parecía que podrían no tener un poder suficiente. Aun así me quedé con un buen número de ellos, prácticamente cien, el poder sea de la clase que sea engendra enemigos encarnizados que luchan por lo mismo y cuanto mas poder tienes mas poderosos son tus enemigos.

Pero tenía otras tareas pendiente, localizar a la familia de la doctora Roes y ponerles fuera de peligro si es que lo estaban y sacar a Ram de las instalaciones para que estuviera también a salvo. Para que Ram huyera tenía claro que el mejor momento era el momento de caos y desconcierto que podía producirse cuando sus enemigos fueran a por la corporación. De la familia de la doctora no sabía nada. Antes de hacer nada sería mejor investigar su paradero y situación. Pero en ese momento no podía mas, tanto informe, tanto leer, tanto investigar, tanto viaje, tanta tensión, tanto de tantas cosas a las que no estaba acostumbrado me estaban consumiendo y se me vinieron de repente encima. Me despedí de Ram, desconecté el vid, me tumbé en la cama, saqué la pelotita naranja del bolsillo y cerré los ojos para no pensar en nada, para pensar en ella. Su tacto, el de la pelotita,  al igual que lo hacía el simple roce de sus manos, siempre me tranquilizaba.