martes, 26 de julio de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XLII Circunstancias

Ni tan siquiera Ram pudo encontrar ningún dato sobre el paradero de la familia de la doctora Roes. Repaso mil veces la pocos indicios que había en el red pero no encontró nada. Le pedí que se centrara en la página de aquel teórico de la conspiración llamado Hali pero me dijo que no encontraba nada que no existía. Sorprendido la busqué en mi propio vid pero efectivamente había desaparecido, la habían eliminado. Le indiqué como la encontré, lo que leí y cuando y se lanzó a la búsqueda del rastro que hubiera podido dejar. Y encontró el rastro, nada se desaparece totalmente de la red, siempre queda un rastro si se sabe buscar. La página fue eliminada por alguien que parecía no ser su autor pero era prácticamente imposible de asegurar porque todo había estado encriptado con la máxima seguridad posible y tanto el autor como quien la había eliminado se habían asegurado de hacerlo usando millones de servidores de todo el mundo para que fuera imposible encontrar el origen, el lugar desde donde habían actuado, sin embargo en poco tiempo Ram encontró indicios de que la escritura y su borrado parecían haberse hecho desde lugares diferentes y a través de redesdes deservidores distintas. También pudo comprobar que lo escrito por Hali apenas había estado durante una hora en la red, que yo diera con ella fue fruto en el momento exacto fue fruto de la más pura casualidad y de la suerte. No se si existe la suerte, no creo en ella, pero sí se dan circunstancias en la vida que favorecen o van a favor o en contra de nuestros deseos, de nuestros objetivos, llamémosle suerte o mala suerte si queremos, es un nombre tan bueno como otro cualquiera. Solo se que la suerte, o la mala suerte,  la favorecemos con las cosas que hacemos o dejamos de hacer pero que muchas veces hagamos lo que hagamos nos encontramos con situaciones, para bien o para mal, que escapan completamente a nuestro control. Mucho he pensado sobre esto en la relación que tuve con ella, porque tuve mucha suerte, y encontrarla ha sido la mayor suerte de mi vida, pero también muy mala, y perderla la peor. Conclusiones ciertas, como siempre, ninguna.
Le pedí a Ram que intentara precisar el origen de Hali, quién lo había borrado y desde donde era un dato que sumar al expediente que habíamos elaborado, pero en ese momento me parecía intrascendente. Le resultó imposible, había miles de ubicaciones posibles, el trabajo de ocultación era prácticamente perfecto. Le pedí que descartara todas aquellas en las que no hubiera sedes de la corporación y ya solo quedaron cientos. Le pedí que descartara todas aquellas sedes en las que no había ningún miembro directivo del consejo de administración de la corporación y quedaron tan solo una decena. Si querías ocultar a alguien y hacerlo bien por fuerza tenía que estar en una de ellas porque allí donde había una persona directiva las redes de poder estarían mucho mas entretejidas, tenían que ser mas sólidas y la corrupción de todo el sistema mas extendida a todos los niveles. Pero eran diez, y todas en grandes ciudades, un universo demasiado grande para iniciar la búsqueda.
Le pregunté que le decía el corazón, el me dijo que no tenía corazón. Le pedí que no pensara y me dijo que él no tenía la capacidad de pensar. Le pedí que olvidará toda lógica, que olvidará algoritmos, matemáticas, que no procesara información, que no actuará bajo ningún tipo de procedimiento para el que estaba preparado y que simplemente señalara una ciudad, solo una. No puedo, me dijo. Hazlo, le dije yo. Pasaron minutos sin respuesta y en la pantalla de mi vid apareció el nombre de una ciudad, Mees, la ciudad del mar, exactamente la misma ciudad en la que estaba yo pensando.

Ciudad Mees era mi nuevo destino, sin ninguna seguridad de que la familia se encontrara allí, sin ninguna pista que indicara en que punto de una ciudad tan inmensa podrían encontrarse. Tan solo dos intuiciones, la mía y la de Ram, y el deseo común de encontrarles. Los deseos sin embargo mueven montañas, pero tenía sobre mi la losa de una montaña que no pude mover aunque jamás había deseado algo con tanta intensidad en mi vida.