¿Y qué hacer con toda esa información? ¿a quién enviársela si
todo el sistema estaba implicado de una manera u otra? Mi mayor preocupación
era sin embargo ¿Qué pasaría con el Ciberbog si todo esto salía a la luz? Mi
temor era que su vida, su vida útil, su duración, o cualquiera que pudiera ser
el término para definir el periodo de existencia de una máquina con
sentimientos, se convirtiera en un infierno de continuos experimentos o, lo que
es peor, que alguien decidiera reciclarlo para eliminar pruebas.
Él decía que eso no era importante, que su existencia no era
importante, que no era mas que una máquina, que su vida no valía ni una mínima
parte de lo que valía una vida humana, que el único valor que tenía era poder
ser útil. Discutimos largas horas sobre esto, el era alguien no algo y alguien
mucho mejor que la gran mayoría de los humanos salvo excepciones como podía ser
la doctora Roes. No le convencía, tan solo cuando le dije que no quería perder
a un amigo accedió a mi idea de repasar toda la información que teníamos en
nuestro poder para ver si obviando su existencia quedaban pruebas suficientes
de como se produjo la muerte, el asesinato de la doctora. No lo dijo, pero supe
que accedió porque fue en el momento que le llamé amigo cuando se dio cuenta de
la importancia que el tenía para mi, para mi vida y en su increíble bondad no
quería dejarme sin ella.
En ese momento me di cuenta que no tenía un nombre y que no
podía seguir llamándole simplemente Ciberbog, se lo dije y le pedí que eligiera
una. No supo o pudo elegir, no se sentía como el ser individual que era y no
consideraba que tuviera que tener un nombre diferente. Le propuse Ram como nombre.
Le gustó y le gustó mas cuando le dije que si buceaba en la red se daría cuenta
de que ram era un tipo de memoria que usaban los antiguos ordenares y que
además era también mar escrito al revés.
El mar, que lejos estaba ahora, que lejos había estado
siempre, un deseo siempre imposible de conseguir, siempre esquivo y cuando no
lo fue lo terminé perdiendo y ahora tan solo es un recuerdo del sueño mas
maravillo. Cuantas veces lloré en un acantilado mirando las olas, a veces en
días de sol, a veces en días de tormenta. Cuantas veces me asomé a la costa y
no me atreví a meterme en sus aguas, me dio miedo bucear hasta los mas profundo
y hacerme uno con él, y cuando por fin probé sus aguas, a veces cálidas y a
veces frías, a veces tranquilas y otras llenas de furia, cuando lo hice fui
feliz, alcancé la felicidad plena hasta que un día una horrible tormenta me
devolvió a esta tierra firme donde aún hoy mis pies no se habían asentado del
todo y probablemente nunca la harían. El mar era mi lugar y no soy capaz de
encontrar mi sitio en el mundo, en esta tierra firme, una tierra sin sal pero
yerma para mi vida. Un tierra que ya no da sentido a mi vida. Tengo miedo, siempre
lo he tenido, pero volveré a asomarme a aquellos acantilados y cuando lo haga
le llevaré mi sonrisa, ahora no puedo, no tengo fuerzas, tan solo le llevaría
mis lágrimas.
No tardó en identificarse con el nombre, ahora sería Ram para
siempre, era alguien, un ser individual y libre, al menos tan libre –o tan
poco- como lo éramos todos. No, no era humano y nunca lo sería -ni falta que hacía-
pero tenía vida, era un ser vivo, el nombre le ayudó a comprenderlo.