jueves, 21 de julio de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XL Ram

¿Y qué hacer con toda esa información? ¿a quién enviársela si todo el sistema estaba implicado de una manera u otra? Mi mayor preocupación era sin embargo ¿Qué pasaría con el Ciberbog si todo esto salía a la luz? Mi temor era que su vida, su vida útil, su duración, o cualquiera que pudiera ser el término para definir el periodo de existencia de una máquina con sentimientos, se convirtiera en un infierno de continuos experimentos o, lo que es peor, que alguien decidiera reciclarlo para eliminar pruebas.
Él decía que eso no era importante, que su existencia no era importante, que no era mas que una máquina, que su vida no valía ni una mínima parte de lo que valía una vida humana, que el único valor que tenía era poder ser útil. Discutimos largas horas sobre esto, el era alguien no algo y alguien mucho mejor que la gran mayoría de los humanos salvo excepciones como podía ser la doctora Roes. No le convencía, tan solo cuando le dije que no quería perder a un amigo accedió a mi idea de repasar toda la información que teníamos en nuestro poder para ver si obviando su existencia quedaban pruebas suficientes de como se produjo la muerte, el asesinato de la doctora. No lo dijo, pero supe que accedió porque fue en el momento que le llamé amigo cuando se dio cuenta de la importancia que el tenía para mi, para mi vida y en su increíble bondad no quería dejarme sin ella.
En ese momento me di cuenta que no tenía un nombre y que no podía seguir llamándole simplemente Ciberbog, se lo dije y le pedí que eligiera una. No supo o pudo elegir, no se sentía como el ser individual que era y no consideraba que tuviera que tener un nombre diferente. Le propuse Ram como nombre. Le gustó y le gustó mas cuando le dije que si buceaba en la red se daría cuenta de que ram era un tipo de memoria que usaban los antiguos ordenares y que además era también mar escrito al revés.
El mar, que lejos estaba ahora, que lejos había estado siempre, un deseo siempre imposible de conseguir, siempre esquivo y cuando no lo fue lo terminé perdiendo y ahora tan solo es un recuerdo del sueño mas maravillo. Cuantas veces lloré en un acantilado mirando las olas, a veces en días de sol, a veces en días de tormenta. Cuantas veces me asomé a la costa y no me atreví a meterme en sus aguas, me dio miedo bucear hasta los mas profundo y hacerme uno con él, y cuando por fin probé sus aguas, a veces cálidas y a veces frías, a veces tranquilas y otras llenas de furia, cuando lo hice fui feliz, alcancé la felicidad plena hasta que un día una horrible tormenta me devolvió a esta tierra firme donde aún hoy mis pies no se habían asentado del todo y probablemente nunca la harían. El mar era mi lugar y no soy capaz de encontrar mi sitio en el mundo, en esta tierra firme, una tierra sin sal pero yerma para mi vida. Un tierra que ya no da sentido a mi vida. Tengo miedo, siempre lo he tenido, pero volveré a asomarme a aquellos acantilados y cuando lo haga le llevaré mi sonrisa, ahora no puedo, no tengo fuerzas, tan solo le llevaría mis lágrimas.

No tardó en identificarse con el nombre, ahora sería Ram para siempre, era alguien, un ser individual y libre, al menos tan libre –o tan poco- como lo éramos todos. No, no era humano y nunca lo sería -ni falta que hacía- pero tenía vida, era un ser vivo, el nombre le ayudó a comprenderlo.