lunes, 4 de abril de 2016

Ya no es azul,
ya no rompe,
ya no está en calma,
ya no es profundo,
ya no es frio,
ya no es cálido,
ya no es insondable,
ya no es cercano,
ya da igual,
ya no importa.
Ya no quiero sentir sus aguas erizándome la piel,
ya no quiero sentir sus vientos acariciando mi cara,
a veces amables a veces crueles,
siempre duros, siempre dulces.
Ya no quiero imaginarme navegando,
surcando las aguas hacia un rumbo desconocido,
hacia un lugar único,
hacia un paraíso especial
de frutas exóticas y pasiones encendidas.
Ya no quiero encender un fuego
y sentarme para escuchar sus susurros,
ya no quiero escuchar sus gritos a pie firme mirándolo de frente.
ya no quiero escuchar sus silencios calado hasta los huesos.
Ya no quiero ni nombrarlo,
no quiero pensar en él en días de tormenta,
no quiero recordarlo en los días soleados
en los que me regalaba tantas cosas bellas.
Un precio que ya no quiero pagar.
Pero lo pago,
lo recuerdo aunque no lo nombre,
aunque quiera alejarlo de mis pensamientos,
aunque quisiera apartarlo de mi para siempre
es recurrente, insiste,
y extiende bajo mis pies su manto de azules plateados y blancos rotos.
Ahí está, esperando, impertérrito.
Desgastando con su sal
la mas poderosa de las rocas,
en una lucha eterna en la que no vence el mas duro,
vence el que no se rinde.
Y yo me he rendido,
no quiero pelear mas,
pero peleo contra mi mismo.
Una y otra vez,
levantándome del suelo para volver a caer derrotado,
herido en los mas profundo pero sin poder sangrar.
Nadie sabe de mi,
nadie sabe de mi lucha,
nadie sabe de mi derrota.
¿Acaso se puede vencer a las olas?
Nadie sabe que las lágrimas que ya no exudo
llevan su sal y me erosionan por dentro
con sus cristales de sodio creciendo en mi interior
y presionando mis órganos para destrozarme por dentro.
¿Acaso se puede vencer a la sal?
No se puede,
no,
no se puede.
Mis brazos se hunden bajo el peso,
se hunden mis piernas,
mi pecho,
mi corazón,
mi alma,
mi yo, mi ser, mi cuerpo entero.
Ya no quiero saber nada mas de él
y sin embargo me acompaña cada día,
ya no quiero sentirlo pero me inunda.
Ojalá te lo hubieras llevado,
ojalá me lo hubieras robado
alejándolo de mi para siempre.
Azul.
Frio.
Intenso.
Duro.
Bello.
Por desgracia, tal vez por suerte,
formará ya siempre parte de mi vida.