lunes, 11 de abril de 2016

Odiado, despreciado, abandonado, solo en una historia que hace tiempo dejó de escribirse y de la que el mundo nunca supo. Un gran engaño que siempre me traerá tristeza pero del que nunca estaré arrepentido. La verdad es pura, cristalina como el agua de un manantial de montaña que fluye entre los ocres y los rojizos colores de un otoño soleado. Pura pero triste. Perdió la alegría que tenía aquellos días en que todo era verdor de primavera, perdió el calor de un verano azul junto un mar de brisas refrescantes, perdió el sentimiento del paisaje de un otoño lluvioso lleno de vida y perdió también la luz de un invierno frio que repartía abrazos vestidos de blanco.
Murió en primavera y fue enterrado en verano para dejarme solo, abandonado, despreciado, odiado. Castigo merecido para el viajero que se pierde en los paisajes y no puede contemplar su belleza porque se fija tan solo en los detalles que ensombrecen las vistas. A veces los árboles no dejan ver el bosque y sentimos la vida que fluye en ellos, y nos desborda, nos ciega, nos transforma en seres pequeñitos ante un mundo de vidas milenarias que estaban ahí antes de que naciéramos, que estarán ahí tras nuestra muerte.
A la luz de una nueva primavera la verdad es tan solo nostalgia, la verdad es un recuerdo, un recuerdo por el que seré siempre odiado y despreciado, un recuerdo que me dejó abandonado, un recuerdo que sigo escribiendo en soledad porque no quiero que muera. Y cobrará vida en las lágrimas de unos ojos que lo lean, cobrara vida en los corazones que lo sientan, cobrará vida en las sonrisas amargas de unos labios pronunciando las palabras. Cobrará vida cada vez que esto suceda aunque no es está vida, no es la mía, para mi vida quedó el odio, para mi vida dejó el desprecio, mi vida sufrió el abandono y solo como estoy escribo esta historia de un gran engaño que esconde la mas la verdad mas pura, la verdad mas cristalina, un agua que fluye de un manantial entre los ocres y rojizos de esta primavera.