Las vetustas
instalaciones del Tubo consistían en una serie de enrevesados y, en ocasiones,
largos túneles que conducían a las plataformas de lanzamiento. Eran la herencia
del mas antiguo metro del mundo. Muchas de las estaciones conservaban el
alicatado y la decoración de siglos anteriores a pesar de lo cual no se
encontraba ni una sola baldosa rota, ni nada en mal estado. Entré sin rumbo y
cogí al azar uno de los trenes de levitación magnética. Al bajar me encontré de
frente con un extenso bioparque, sin pensarlo demasiado me encaminé hacia él y
me senté en un banco a la vera de un pequeño lago donde abundaban peces y aves acuáticas.
Me vino a la cabeza la imagen
que me había enviado el Ciberbog, la imagen, el mensaje que lo acompañaba y
también la corta y sorprendente conversación que mantuvimos. Era sencillamente
imposible, los ciberbog, aunque estaban construidos en parte con tejido humano
de bio-ingienería, tenían una programación estricta para la tarea a la que estaban
encomendados. No tenían cerebro como tal, sus respuestas venían condicionadas
por sus centros de procesamiento bio-electrónicos, en el fondo no eran muy
diferentes de aquellas primeras computadoras de lámparas que dieron inicio a la
era informática. De alguna manera los ordenadores eran los bisabuelos de los
ciberbogs. Y sin embargo este en concreto había demostrado sentimientos. Tal
vez aquella sonrisa había activado todo lo poco que de humano tenía aquella
máquina reprogramándose a si misma en parámetros diferentes.
Que esto hubiera pasado
resultaba muy interesante y a la vez prometedor en tanto en cuanto las
aplicaciones que podía tener pero de la misma manera resultaba inquietantemente
peligroso que máquinas tan poderosas pudieran llegar a tener sentimientos y
voluntad propia.
Tampoco pudo dejar de
pensar qué fue lo que desencadeno aquella reacción del ciberbog, qué es lo que
había sucedido con ella para que se hubiera dado esa circunstancia imposible. Pensó
en si mismo y se dio cuenta que había muchos paralelismos entre el Ciber y él
mismo. A fin de cuentas humanos y no humanos éramos programados, aunque en el
caso de los humanos de forma mas sutil y menos efectiva, para realizar tareas
en concreto y llevar una vida acorde y adecuada para ellas.
En estos pensamientos
estaba cuando empezaron a caer algunos copos de nieve y la tarde se convirtió
en noche. Volví al Tubo y desande el camino recorrido. Al calor de la
calefacción del miniapartamento quedé dormido de inmediato. No escuché y por
tanto no leí el nuevo mensaje que el Ciberbog me había enviado.