No me acuerdo cuando empezó a
dolerme todos los días la cabeza. Demasiado trabajo, a penas llego a lo que
tengo que hacer y siempre llego tarde para complicar mas las cosas. Demasiadas
cosas también en mi vida, fuera de estos muros en los que cada vez paso mas
horas, en parte prisión en parte libertad porque puedo olvidarme por momentos de
mi vida.
Hoy tengo ese sentimiento de
querer huir de mi mismo, de querer salir de mi cabeza y de mi cuerpo. De querer
dejar de oir esa voz interna que me recuerda mis responsabilidades pero sobre
todo me recuerda quién soy, lo que soy y que no se quien quiero ser. Quiero
tirarme a descansar y ver simplemente como la vida pasa, pasa por delante de
mis ojos, pasa de mi y me deja tranquilo. Quiero olvidarme del mundo, de todo
lo que me rodea y perder la mirada en el horizonte sin ver nada, sin pensar en
nada. Quiero que se detenga este maldito cerebro, que deje de una vez de
pensar, que me deje tranquilo disfrutando de ese cigarrillo que me está matando,
sentado en un banco de cualquier lugar de esta ciudad a la que amo porque esta ciudad
es, como yo, gris y lluviosa.
Las lágrimas se mezclan con la
lluvia y mi sombra con las aceras grises para ser solo uno. Ahora mas hermoso
que nunca pero menos auténtico, mas limpio pero con valores mas laxos, mirando
al futuro pero con menos sueños, mas amable pero menos comprometido, con mas
sonrisas que esconden amarguras, mas grande pero mas falso. Cielos grises con
nubes negras.
Quiero huir de lo que no puedo
huir. Quiero refugiarme en el olvido para no ser nadie. Para no ser nada. Para
no ser. Quiero simplemente estar. Quiero dejar de perseguirme, de buscarme para
terminar encontrando lo que no quiero, para terminar encontrando lo que soy y
lo que soy no es lo que quería ser y lo que quería ser ya no lo quiero. Un
abismo, un vació en el que seguir cayendo sin dolor. Sin fondo. Hasta que los
años pasen y la vida se acabe. ¿Hasta cuando?
Me maldigo por seguir soñando.