martes, 19 de abril de 2016

No me acuerdo cuando empezó a dolerme todos los días la cabeza. Demasiado trabajo, a penas llego a lo que tengo que hacer y siempre llego tarde para complicar mas las cosas. Demasiadas cosas también en mi vida, fuera de estos muros en los que cada vez paso mas horas, en parte prisión en parte libertad porque puedo olvidarme por momentos de mi vida.
Hoy tengo ese sentimiento de querer huir de mi mismo, de querer salir de mi cabeza y de mi cuerpo. De querer dejar de oir esa voz interna que me recuerda mis responsabilidades pero sobre todo me recuerda quién soy, lo que soy y que no se quien quiero ser. Quiero tirarme a descansar y ver simplemente como la vida pasa, pasa por delante de mis ojos, pasa de mi y me deja tranquilo. Quiero olvidarme del mundo, de todo lo que me rodea y perder la mirada en el horizonte sin ver nada, sin pensar en nada. Quiero que se detenga este maldito cerebro, que deje de una vez de pensar, que me deje tranquilo disfrutando de ese cigarrillo que me está matando, sentado en un banco de cualquier lugar de esta ciudad a la que amo porque esta ciudad es, como yo, gris y lluviosa.
Las lágrimas se mezclan con la lluvia y mi sombra con las aceras grises para ser solo uno. Ahora mas hermoso que nunca pero menos auténtico, mas limpio pero con valores mas laxos, mirando al futuro pero con menos sueños, mas amable pero menos comprometido, con mas sonrisas que esconden amarguras, mas grande pero mas falso. Cielos grises con nubes negras.
Quiero huir de lo que no puedo huir. Quiero refugiarme en el olvido para no ser nadie. Para no ser nada. Para no ser. Quiero simplemente estar. Quiero dejar de perseguirme, de buscarme para terminar encontrando lo que no quiero, para terminar encontrando lo que soy y lo que soy no es lo que quería ser y lo que quería ser ya no lo quiero. Un abismo, un vació en el que seguir cayendo sin dolor. Sin fondo. Hasta que los años pasen y la vida se acabe. ¿Hasta cuando?

Me maldigo por seguir soñando.