miércoles, 27 de abril de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog I - El aroma de su sonrisa

La ciudad conservaba su aroma. Solo estuvo unos pocos días allí y había pasado ya un año y medio, pero los muros de ladrillos amarillos y rojos apagados se habían impregnado de su fragancia.
Al verme el ciberbog agachó su enorme cuerpo y me habló al oído. “Tu la conoces. ¿ha venido contigo?” mirando a los dos puntos de luz roja que eran sus ojos le conteste que no, que ni tan siquiera sabía  donde estaba. No se cómo pero pude intuir la decepción en su rostro metálico.  Volvió a erguirse y recupero su posición de centinela de las instalaciones, la cabeza alta pero los hombros caídos. Sus bases de datos almacenaban toda la información que circulaba en la red en torno a las personas que visitaban aquel lugar. Por eso supo que la conocía. Lo que nunca sabré con seguridad es la razón por la que me preguntó por ella. ¿Podía un ciberbog enamorarse? Su sonrisa hacia posible lo imposible, así que probablemente esa fuera la respuesta.
De vuelta al centro de la ciudad recibí un mensaje en mi vid de comunicaciones. El ciberbog me había enviado una fotografía en la que aparecía ella junto a él y una pequeña nota escrita en elegantes caracteres “Pídele que vuelva por favor”. Le contesté, “Lo siento pero creo que yo tampoco volveré a verla nunca”