Siempre me preguntaré de qué
sabor fueron tus últimos besos, esos que me diste en la tarde de verano en la
que te perdí para siempre. Nunca pedí explicaciones a tus besos, nunca me
dijiste porque me besas, jamás oí un te quiero aunque sabía que me amabas. Pero
aquellos, aquellos besos, aquellos labios que me resultaron fríos, hablaron de
pena. Y sin embargo sentados en un banco frente al mar te recostaste sobre mi
cuerpo para que te abrazara, y no pude ser mas feliz. Y el día terminaba y yo
debía volver a casa pero me pediste que me quedará, no podía negarte nada, lo
que estaba en mi mano te lo daba, lo que no estaba lo intentaba. Me quedé y la
noche nos encontró juntos y los besos aun fueron mas fríos. Pero sentía sentía
que deseabas que el día nunca acabara. Como siempre que estuvimos juntos, ambos
deseábamos que no acabara. Y al amanecer, un mensaje, ayer no pasó nada, no
sucedió nada. Mil veces deseando que me saludaras por las mañanas y siempre
tenía que esperarte, y aquel día ese mensaje. Si pasó, tú lo sabías,
simplemente tuviste miedo, miedo a ser feliz conmigo. Y volviste a incumplir
tus promesas. No prometas si no piensas cumplirlo, nada separará mas de ti a
los que quieres, nada provocará mas que pierdan la confianza en ti. Pero yo te
amaba tanto y aunque me doliera entendía que en cada promesa incumplida había
un miedo y por eso te sigo amando. Nunca me dijiste que me quisieras, aquel día
dijiste que te di pena. Hasta tus besos por pena hubiera deseado, aunque no lo
fueran. Y te rogué, y me humillé. De aquellos días aprendí algo, jamás
volvería a rogar por mucho que amara, jamás volvería a mostrarme tan vulnerable
con nadie, a mostrarme tan patético como tu decías. Jamás lo haré, jamás lo
haré porque nunca podré volver a enamorarme.