martes, 14 de marzo de 2017

Las puertas quedaron abiertas, aquel lugar no se cerraría nunca pero ya nadie pasearía por sus jardines. Solitarios, la vegetación, la vida, lo lleno todo cerrando los caminos. Marchitaron las flores y no volvieron a nacer, no había espacio entre las zarzas que lo devoraron todo. Hacer camino de nuevo un sueño, un deseo que permanecía como una utopía imposible. La lluvia, la lluvia limpiaba cada día las hojas de los árboles, testigos de un feliz pasado, de un triste presente, lo serán también de un futuro sin futuro. Enraizados, fuertes, altivos, como si nada de lo que sucediera a su alrededor les afectara, sin sentimientos pero con vida. Savias amargas. ¿Y la luz? Siempre entre nieblas mortecinas, siempre apagada, tenue, fría. Lejos queda el calor de los soles que fueron. Lejos queda esa luz que cegaba, que lo inundaba todo. Lejos queda. Y los pájaros pían anunciando un nuevo amanecer que nadie quiere que llegué porque el tiempo se aleja cada vez mas del pasado esplendoroso de aquel jardín donde ya nadie entra, de aquel lugar cuyas puertas quedaron abiertas para siempre.