lunes, 19 de diciembre de 2016

CCPR- Hoper XVII: Experiencias

Se despertó con sus labios carnosos, húmedos y tibios sobre su boca, los besó, los mordió con sus propios labios, los acarició con su lengua, sus piernas se cerraban entorno a su cabeza por el placer que la estaba haciendo sentir. Deslizando su cuerpo hacia abajo se tumbó encima de él y comenzó a besarle como nunca le habían besado. Hoper despertó con este sueño aun vivo en su cabeza, pero como todos los sueños se fue difuminando. Estaba tumbado sobre el suelo del vestuario con una bolsa de ropa sucia bajo la cabeza. Frelser le contó que mientras le abrazaba se había desmayado y caído al suelo. La comida, la ducha de agua caliente y aquel abrazo, que suponía la primera expresión de humanidad que sentía desde que fuera encarcelado, habían tenido un efecto relajante en él, demasiado, la tensión de su cuerpo bajo tanto que perdió el conocimiento.
Frelser cogió su brazo y volvió a pasar el escáner por el chip de identificación de Hoper, manipuló el aparato durante un buen rato y finalmente consiguió borrar el historial y darle una nueva identidad que le permitiera salir de aquellas instalaciones. Teóricamente aquello no se podía hacer con su escáner pero Frelser había pasado por muchos destinos, muchos años de experiencia en su trabajo, y había aprendido muchas cosas. Había usado sus conocimientos siempre en beneficio de la corporación y a veces saltándose los derechos fundamentales de las personas para conseguir sus objetivos. Esta vez, como si con ello pudiera redimirse de todo, lo hacía para favorecer a un ser humano injustamente tratado.
Frelser dudó en que identidad poner el chip para que pudiera franquear el control de salida de las instalaciones, luego ya se inventaría un propia que le permitiera vivir. Pensó en poner la de algún compañero de seguridad pero tenía que estar de turno y si salía antes de que lo hiciera Hoper estarían en un problema. La solución era obvia, aunque tenía un gran problema. Metió sus propios datos en el chip de Hoper, el saldría mas tarde y aunque le detuvieran porque constaba que ya había salido podría demostrar quien era de muchas maneras e incluso tal vez hasta conociera a alguno de los guardas de seguridad de la puertas y podría solucionarlo con sencillez. A Hoper lo dirigiría hacia algún guarda desconocido y en el momento de mayor salida de personas confiando en que agobiado por ir dando salidas no se molestara en hacer demasiadas comprobaciones y no se fijara en la evidente diferencia de edad entre Hoper y Frelser.

Por suerte los lugares muy protegidos suelen estarlo mas para evitar que entren personas ajenas, que para impedir que salgan y si los que los protegen son personas se puede jugar con su psicología para aprovecharse de ella. Frelser confiaba en que su sencillo plan fuera efectivo, cuanto mas sencillo menos cosas pueden complicarse, aun así quién sabe lo que podía salir mal. Recordó como terminó perdiendo lo único que, después de hacer balance en su vida, le había importado realmente. El amor vino como se fue, sin esperarlo, sin preverlo, sin desearlo. Las horas que faltaban hasta la salida las paso recordando a aquella mujer a la que tanto había amado, a la que aun amaba. Mientras tanto Hoper corría por el almacén jugando con Putnik y solo se sentaba para acariciarle subido sobre su pecho. La prudencia aconsejaba que estuviera escondido hasta que pudieran huir de allí, pero cómo negarle esos momentos de felicidad a un hombre que no se acordaba del significado de esa palabra. Que disfrutara como un niño, riesgos no había demasiados. Verles felices jugueteando y dándose cariño le recordaba en cierta manera a los momentos que vivió con ella. Tal vez si él no se hubiera comportado como un niño no la hubiera perdido, tal vez si él no hubiera tenido la ilusión y la curiosidad de un niño jamás hubiera llegado a conocerla.