Se despertó con sus labios carnosos, húmedos y tibios sobre
su boca, los besó, los mordió con sus propios labios, los acarició con su
lengua, sus piernas se cerraban entorno a su cabeza por el placer que la estaba
haciendo sentir. Deslizando su cuerpo hacia abajo se tumbó encima de él y
comenzó a besarle como nunca le habían besado. Hoper despertó con este sueño
aun vivo en su cabeza, pero como todos los sueños se fue difuminando. Estaba
tumbado sobre el suelo del vestuario con una bolsa de ropa sucia bajo la
cabeza. Frelser le contó que mientras le abrazaba se había desmayado y caído al
suelo. La comida, la ducha de agua caliente y aquel abrazo, que suponía la
primera expresión de humanidad que sentía desde que fuera encarcelado, habían
tenido un efecto relajante en él, demasiado, la tensión de su cuerpo bajo tanto
que perdió el conocimiento.
Frelser cogió su brazo y volvió a pasar el escáner por el
chip de identificación de Hoper, manipuló el aparato durante un buen rato y finalmente
consiguió borrar el historial y darle una nueva identidad que le permitiera
salir de aquellas instalaciones. Teóricamente aquello no se podía hacer con su
escáner pero Frelser había pasado por muchos destinos, muchos años de
experiencia en su trabajo, y había aprendido muchas cosas. Había usado sus
conocimientos siempre en beneficio de la corporación y a veces saltándose los
derechos fundamentales de las personas para conseguir sus objetivos. Esta vez,
como si con ello pudiera redimirse de todo, lo hacía para favorecer a un ser
humano injustamente tratado.
Frelser dudó en que identidad poner el chip para que pudiera
franquear el control de salida de las instalaciones, luego ya se inventaría un
propia que le permitiera vivir. Pensó en poner la de algún compañero de
seguridad pero tenía que estar de turno y si salía antes de que lo hiciera
Hoper estarían en un problema. La solución era obvia, aunque tenía un gran
problema. Metió sus propios datos en el chip de Hoper, el saldría mas tarde y
aunque le detuvieran porque constaba que ya había salido podría demostrar quien
era de muchas maneras e incluso tal vez hasta conociera a alguno de los guardas
de seguridad de la puertas y podría solucionarlo con sencillez. A Hoper lo
dirigiría hacia algún guarda desconocido y en el momento de mayor salida de
personas confiando en que agobiado por ir dando salidas no se molestara en
hacer demasiadas comprobaciones y no se fijara en la evidente diferencia de
edad entre Hoper y Frelser.
Por suerte los lugares muy protegidos suelen estarlo mas para
evitar que entren personas ajenas, que para impedir que salgan y si los que los
protegen son personas se puede jugar con su psicología para aprovecharse de
ella. Frelser confiaba en que su sencillo plan fuera efectivo, cuanto mas
sencillo menos cosas pueden complicarse, aun así quién sabe lo que podía salir
mal. Recordó como terminó perdiendo lo único que, después de hacer balance en
su vida, le había importado realmente. El amor vino como se fue, sin esperarlo,
sin preverlo, sin desearlo. Las horas que faltaban hasta la salida las paso
recordando a aquella mujer a la que tanto había amado, a la que aun amaba.
Mientras tanto Hoper corría por el almacén jugando con Putnik y solo se sentaba
para acariciarle subido sobre su pecho. La prudencia aconsejaba que estuviera
escondido hasta que pudieran huir de allí, pero cómo negarle esos momentos de
felicidad a un hombre que no se acordaba del significado de esa palabra. Que
disfrutara como un niño, riesgos no había demasiados. Verles felices
jugueteando y dándose cariño le recordaba en cierta manera a los momentos que
vivió con ella. Tal vez si él no se hubiera comportado como un niño no la
hubiera perdido, tal vez si él no hubiera tenido la ilusión y la curiosidad de
un niño jamás hubiera llegado a conocerla.