Era media tarde aun cuando llegaron a la ciudad en el tubo.
Hoper se pasó el viaje mirándolo todo, le recordaba a Putnik, la misma
curiosidad, todo parecía nuevo para él y en parte lo era porque en los años que
había pasado fuera, unidos al efecto relativista de los viajes a velocidad
cercanas a la luz, el mundo había cambiado. Tal vez no hubiera cambiado
demasiado en las grandes cosas, los sistemas políticos y económicos eran los
mismos que conoció, pero las tecnologías hiperdesarrolladas en el momento que
se fue seguían avanzando.
Frelser quería llevarle a su casa para que descansara y para
apartarle de las calles donde le parecía que podía estar en riesgo si el jefe
de seguridad investigaba. Pero Hoper no quería ir, quería visitar la ciudad,
ver ese mundo que se había perdido durante 32 años 7 meses y un día. Frelser
aceptó de mala gana y con la única condición de que entraran a una barbería
donde le afeitaran y le arreglaran el pelo para que en el peor de los casos
nadie pudiera reconocerle.
Con el pelo corto y sin barba tenía un aspecto mas juvenil
todavía, no aparentaba la edad que tenía, y unido a su actitud curiosa parecía
un cachorrito igual que Putnik, un adolescente que no conoce la vida. Pasearon
por las calles y Hoper no dejaba de mirar todo, de mirar hacia arriba para ver
los tremendos edificios de cristal que se elevaban tanto que parecía que
atravesaban el cielo hasta tocar las estrellas. Pasearon y pasearon Hoper
quería verlo todo. Frelser estaba cansado pero viendo la ilusión en aquellos
grandes ojos verdes no quería negarle nada. Se sentía libre, después de muchos
años era libre, no podía impedir que disfrutara de su libertad el primer día.
Pasaron al lado del edifico mas alto de la ciudad, un monstruo de cristal de
mas de un kilometro de altura. Era de noche ya y la tenue iluminación de la
ciudad y el edificio le daba un aire de romanticismo. La echaba de menos y
empezaba a sentir que Hoper era como el hijo que nunca había tenido, el hijo
que le hubiera gustado tener con ella.
Agarrándole del brazo le metió en el edificio y después de
pagar la correspondiente tarifa se dirigieron a unos ascensores que recorrieron
el kilometro que les separaba de la azotea en unos pocos segundos. Soplaba el
viento con intensidad, chispeaba y hacía frio pero se pasaron allí mas de una
hora. La vista de la ciudad era espectacular, kilómetros y kilómetros de
rascacielos que parecían enanos al lado del que se encontraban. Las calles
prácticamente ni se veían y las personas que circulaban por ellas eran unos
puntitos. Frelser le contó historias, historias de cada edifico importante, de
los parques que se veían y también anécdotas con las personas que habitaban
aquella ciudad portuaria. Rotterdam fue durante siglos el puerto marítimo de
mercancías más grande e importante del mundo, la historia cambió con los viajes
espaciales que llegaron siglos mas tarde pero aprovecharon sus infraestructuras
para adaptarlas a las necesidades del transporte espacial y lo que fue el
puerto marítimo mas importante del mundo se reconvirtió en el espacio-puerto
mas importante de la galaxia. Frelser siguió contando historias y curiosidades
hasta que se dio cuenta de que Hoper no le estaba haciendo caso. Se había
quedado con la mirada perdida mirando al mar.
El viento estaba sutilmente impregnado de aroma yodado del
mar y arrastraba de vez en cuando alguna gota de agua salada que se mezclaba
con la fina lluvia que estaba cayendo. Se quedó mas de una hora en silencio
contemplándolo y sintiéndolo hasta que las nubes cubrieron por completo la luna
que se asomaba en el horizonte para iluminarlo. Hoper quería ir allí, al mar,
quería verlo de cerca pero no era el momento. Le pidió a Flerser que, ahora si,
le llevara a su casa y no dijo una palabra mas en toda la noche.