miércoles, 21 de diciembre de 2016

CCPR- Hoper XIX: Libre

Era media tarde aun cuando llegaron a la ciudad en el tubo. Hoper se pasó el viaje mirándolo todo, le recordaba a Putnik, la misma curiosidad, todo parecía nuevo para él y en parte lo era porque en los años que había pasado fuera, unidos al efecto relativista de los viajes a velocidad cercanas a la luz, el mundo había cambiado. Tal vez no hubiera cambiado demasiado en las grandes cosas, los sistemas políticos y económicos eran los mismos que conoció, pero las tecnologías hiperdesarrolladas en el momento que se fue seguían avanzando.
Frelser quería llevarle a su casa para que descansara y para apartarle de las calles donde le parecía que podía estar en riesgo si el jefe de seguridad investigaba. Pero Hoper no quería ir, quería visitar la ciudad, ver ese mundo que se había perdido durante 32 años 7 meses y un día. Frelser aceptó de mala gana y con la única condición de que entraran a una barbería donde le afeitaran y le arreglaran el pelo para que en el peor de los casos nadie pudiera reconocerle.
Con el pelo corto y sin barba tenía un aspecto mas juvenil todavía, no aparentaba la edad que tenía, y unido a su actitud curiosa parecía un cachorrito igual que Putnik, un adolescente que no conoce la vida. Pasearon por las calles y Hoper no dejaba de mirar todo, de mirar hacia arriba para ver los tremendos edificios de cristal que se elevaban tanto que parecía que atravesaban el cielo hasta tocar las estrellas. Pasearon y pasearon Hoper quería verlo todo. Frelser estaba cansado pero viendo la ilusión en aquellos grandes ojos verdes no quería negarle nada. Se sentía libre, después de muchos años era libre, no podía impedir que disfrutara de su libertad el primer día. Pasaron al lado del edifico mas alto de la ciudad, un monstruo de cristal de mas de un kilometro de altura. Era de noche ya y la tenue iluminación de la ciudad y el edificio le daba un aire de romanticismo. La echaba de menos y empezaba a sentir que Hoper era como el hijo que nunca había tenido, el hijo que le hubiera gustado tener con ella.
Agarrándole del brazo le metió en el edificio y después de pagar la correspondiente tarifa se dirigieron a unos ascensores que recorrieron el kilometro que les separaba de la azotea en unos pocos segundos. Soplaba el viento con intensidad, chispeaba y hacía frio pero se pasaron allí mas de una hora. La vista de la ciudad era espectacular, kilómetros y kilómetros de rascacielos que parecían enanos al lado del que se encontraban. Las calles prácticamente ni se veían y las personas que circulaban por ellas eran unos puntitos. Frelser le contó historias, historias de cada edifico importante, de los parques que se veían y también anécdotas con las personas que habitaban aquella ciudad portuaria. Rotterdam fue durante siglos el puerto marítimo de mercancías más grande e importante del mundo, la historia cambió con los viajes espaciales que llegaron siglos mas tarde pero aprovecharon sus infraestructuras para adaptarlas a las necesidades del transporte espacial y lo que fue el puerto marítimo mas importante del mundo se reconvirtió en el espacio-puerto mas importante de la galaxia. Frelser siguió contando historias y curiosidades hasta que se dio cuenta de que Hoper no le estaba haciendo caso. Se había quedado con la mirada perdida mirando al mar.

El viento estaba sutilmente impregnado de aroma yodado del mar y arrastraba de vez en cuando alguna gota de agua salada que se mezclaba con la fina lluvia que estaba cayendo. Se quedó mas de una hora en silencio contemplándolo y sintiéndolo hasta que las nubes cubrieron por completo la luna que se asomaba en el horizonte para iluminarlo. Hoper quería ir allí, al mar, quería verlo de cerca pero no era el momento. Le pidió a Flerser que, ahora si, le llevara a su casa y no dijo una palabra mas en toda la noche.