Sentado, con la espalda reposada en el fondo del habitáculo
miraba el hilo de luz que definía la puerta. Había perdido completamente la
noción del tiempo, no sabía si habían pasado unos minutos o días desde que se
fue el hombre y su gatito. Comió la última porción de la última barrita
energética de chocolate y después de relamerse los labios bebió lo poco que le
queda de agua. Se sentía terriblemente débil, incluso masticar le suponía un
esfuerzo, pero estaba vivo y tenía esperanza.
La puerta se abrió y el gato se lanzó sobre él, una enorme
sonrisa se dibujó en su cara. Acostado en sus piernas no podía dejar de
acariciarle. El hombre entró detrás con una pequeña linterna en la mano y se
sentó a su lado, saco una botella grande de agua y una bandeja de plástico que
contenía una ración de pollo y puré de patata. Después de beber un largo trago
de agua se lanzó a por la comida. Aunque el puré nunca le había gustado
demasiado le supo a gloria y el pollo envasado le parecía el mejor manjar que
había comido nunca. Y en cierta manera así era, la comida en el planeta prisión
era infinitamente peor. El hombre miraba como devoraba los alimentos.
Cuando terminó, le ofreció una bolsa que contenía ropa. Hoper
se había quitado el traje y solo vestía una camiseta y unos calzoncillos que en
su día habían sido blancos pero que, a la luz de la linterna, se veían grises y
estaban repletos de manchas marrones, rojas, amarillas. Se quitó esas prendas y
se puso las que el hombre le ofrecía. Una vez vestido el hombre, tendiéndole la
mano, le invitó a salir del contenedor. Con gran esfuerzo gateó por el habitáculo,
salió fuera y se puso en pie. Rodeado de contenedores el paisaje era parecido
al del almacén del planeta prisión y los recuerdos que flotaban en alguna parte
de su mente afloraron abruptamente y, en parte también por su debilidad, se
sintió mareado y tuvo que volver a sentarse. El gatito volvió a subirse a su
regazo.
El hombre se sentó junto a él y comenzó a hablarle. Era parco
en palabras pero se presentó, le dijo donde se encontraba y que después de leer
su chip imaginaba cual era su historia y que estaba dispuesto ayudarle. Hoper
no pudo articular palabra pero de sus ojos empezó a brotar parte del agua que
había bebido. Tenemos poco tiempo le dijo Frelser y pasando el brazo de Hoper
sobre sus hombros le ayudó a levantarse, caminaron un largo rato entre los
contenedores hasta llegar a una puerta. Al abrirla se encontraron con un
vestuario vació donde había baños y duchas. Frelser le ayudó a desnudarse y
meterse en la ducha. Con el agua tibia recorriendo su piel su cuerpo recobró
algo de fuerza. Se lavó el pelo, se frotó con fuerza la piel y la suciedad que
llevaba encima poco a poco fue desapareciendo. Cuando salió de la ducha Frelser
le tendió un nueva ropa interior y un mono de operario de la compañía.
Mirandose al espejo no se reconocía, el pelo largo, la barba de mas de un mes y
los ojos metidos hacia dentro y aquella extrema delgadez. Se apoyo con ambas
manos en el lavabo e inclinó la cabeza. Cuando volvió a levantarla vio en sus
ojos un poco de aquella chispa de vida que siempre habían tenido. Se dio la
vuelta, abrazó a Frelser y lloró sobre su hombro.