Frelser le habló, le preguntó qué tal se encontraba, cómo se
llamaba, si necesitaba algo pero Hoper no le contestó, no movió ni un músculo
de su cuerpo, ni de su cara, permanecía tumbado con la mirada perdida, sin
mover los ojos, sin parpadear, como si en el techo de aquel habitáculo
estuvieran escritos los secretos de la vida. Si no fuera porque su pecho se
movía pausadamente cualquiera hubiera pensado que estaba muerto.
Frelser le dijo que iba en busca de agua y comida para él, no
hubo ningún tipo de respuesta pero esperaba que por lo menos le oyera y le
entendiera aunque no lo tenía nada claro. Cuando volvió con una botella de agua
y una barrita energética de cereales y chocolate, lo único que tenía a mano,
uno de sus vicios en las largas horas que pasaba en aquel almacén se encontró
que Putnik se había subido al pecho de Hoper y este acariciaba con ambas manos
al gato y su mirada, aun perdida, había adquirido un tono diferente e incluso
de vez en cuando parpadeaba. Se agachó y poniéndose de rodillas a su lado le
acercó el botellín a la boca, Hoper inclino ligeramente la cabeza hacia
adelante y se humedeció ligeramente los labios. Por primera vez aquellos ojos
verdes se fijaron en él, su mirada a pesar de la desorientación era intensa,
amable y de alguna manera expresaba una sonrisa.
Pasaban las horas y Hoper seguía acariciando al gato, sus
ojos empezaban a cobrar vida pero permanecía tumbado sin moverse. Frelser miró
el reloj, apenas quedaban dos horas para que terminara su turno y aun no sabía
que iba a hacer con aquel hombre. Sacarlo de allí en aquellas condiciones era
imposible, la única opción que tenía por el momento era dejarlo allí, volver a cerrar la puerta y confiar en que
nadie lo descubriera hasta que volviera a llegar su turno y volviera tal vez
con una idea de qué hacer con él, de cómo sacarlo de allí, por alguna razón
entregarlo a las autoridades no era ya una opción para Frelser.
Frelser le explicó con parsimonia que su turno terminaba, que
si no quería que nadie le encontrara debía volver a cerrar su puerta, que
volvería al día siguiente con su nuevo turno y que intentaría sacarle de allí.
Esta vez si hubo una respuesta, Hoper asintió levemente con la cabeza, una sonrisa
se esbozó en su rostro y sus ojos expresaban agradecimiento. Le dejó la botella
con agua renovada, la barrita energética y cogió a Putnik con ambas manos para llevárselo,
Hoper mostró una mueca de desagrado cuando le retiraban al gatito pero no opuso
ninguna resistencia, salió del habitáculo y cerro la puerta tras de si dejando
a Hoper dentro. Examinó el contenedor por fuera y aunque ahora era mas evidente
que aquel contenedor escondía una puerta había que examinarlo muy de cerca para
darse cuenta. Frelser confiaba en que nadie se acercara lo suficiente como para
comprobarlo, tan solo era uno mas de los miles de contenedores que estaban
allí. El único riesgo que veía era que Putnik llevara allí a cualquiera de los
vigilantes de los siguientes turnos pero, hasta donde él sabía, Putnik no se
acercaba a ninguno vigilante que no fuera él. Todos sabían que estaba allí pero
nadie mas le hacía caso.
Encerrado de nuevo, a oscuras de nuevo, Hoper cerró los ojos.
La demencia había desaparecido y su mente estaba simplemente en blanco, algunos
recuerdos asomaban pero no parecía que fueran suyos. Echaba de menos el suave
tacto de la piel del gatito y el calor que desprendía sobre su pecho, su único
deseo, su único pensamiento, era que
volviera aquel hombre, abriera la puerta y pudiera acariciar de nuevo al gato.