Soñó que estaba preso sus primeros años de juventud, que
trabajaba doce horas al día en la mina y las otras doce las pasaba encerrado en
una celda con una pequeña ventana por la que entraba una luz fría y mortecina
de unos soles demasiado alejados, soñó que le costaba respirar aquel aire
viciado, soñó que la muerte le estaba esperando cada día al despertar por la
mañana. Soñó que escapaba, que hacía el viaje en un habitáculo muy reducido,
que se golpeaba contra las paredes, que vomitaba con cada aceleración y en cada
salto de gusano. Soñó que estaba a oscuras, sin poder hablar con nadie, sin oír
nada, aislado completamente de cualquier contacto humano durante 32 días, 7
horas y 1 minuto. Soñó que perdía la cabeza y que estaba a punto de morir.
Frelser se despertó envuelto en sudor y completamente angustiado, lo que había
pasado aquel hombre, aquel joven, era algo horrible y nadie le aseguraba que lo
vendría después sería mejor. Era todavía de madrugada pero se levantó y se
sentó en un sillón raído por el paso del tiempo y comenzó a darle vueltas a
cómo iba a sacar de las instalaciones al viajero.
Soñó que sus manos acariciaban aquella piel suave, que el
gatito ronroneaba tumbado sobre su pecho, que salían corriendo por un campo
verde y jugaban como lo harían dos cachorros. Soñó que el gato acercaba su
nariz a la suya y le daba un beso de esquimal, que saltaba para subirse sobre
su hombro, que le hacía cosquillas en la cara con la cola, que comía un plato
de carne y le daba cachitos constantemente al gatito. Y durmió, durmió
tranquilo y relajado por primera vez después de 32 días, 7 horas y 1 minuto de
infierno.
En cuanto amaneció Frelser salió de casa a pasear y seguir
dándole vueltas a cómo sacar al viajero de allí. Hacía frio y llovía pero a
Frelser aquel tiempo le resultaba agradable, estaba deseando volver al trabajo
para ver que tal se encontraba el joven pero su turno no comenzaba hasta bien
entrada la tarde. Cuando abrieron las tiendas entro en un centro comercial y
compró ropa. Ropa interior, pantalones, camisetas, jerseys, zapatos, ropa de abrigo…
esperaba haber acertado con la talla. Era un hombre bastante alto, no parecía
que nunca hubiera estado fornido pero en aquel momento era un suspiro.
Calculaba que no andaría lejos del metro noventa y que pesaría unos 60 kilos,
seguramente cualquier prenda que le valiera de largo le quedaría demasiado
ancha pero era lo que tenía y mejor eso que nada.
Cuando Hoper despertó estaba tranquilo. Apenas recordaba nada
de todo lo que había pasado, tan solo su sueño y haber tenido en realidad al
gatito entre sus manos. Abrió los ojos y se encontró en la completa oscuridad
aunque la puerta que ya no estaba herméticamente cerrada permitía vislumbrar
que fuera del contenedor había algo de luz. Fue consciente entonces de donde se
encontraba y comenzó a recordar que además de un gato había un hombre, que el
hombre se había preoupado por él, que le había dicho que volvería y que
procuraría sacarle de allí. Recordó también el botellín de agua y la barrita
energética y se lanzó a por ella. Era de chocolate, hacía casi nueve años que
no lo probaba, 3271 días sin aquel sabor, el chocolate era una de sus pasiones
antes de que le encerraran, lo comía todos los días, a veces con verdadera
obsesión. Bebió un sorbo de agua que estaba caliente pero que era el agua mas
pura que recordaba haber bebido nunca, en el planeta prisión el agua era
reciclada y durante el viaje prácticamente todo el agua que bebió provenía de
su orina. Estaba en la tierra, lo había conseguido, había sobrevivido. Lloró.
Pero aquello no había acabado, tan solo había sido el
comienzo, todavía tenía que escapar de las instalaciones y si lo conseguía
vendría lo mas difícil, construir una nueva vida. Tremendamente debilitado como
estaba hasta inclinarse para beber le resultaba dificultoso, emprender una vida
le parecía sencillamente imposible. Pero sonreía ante esa posibilidad,
sonriendo tal vez lo consiguiera. Ahora tenía que descansar y recuperarse un
poco. Cerró los ojos y se durmió de nuevo pensando que el gatito descansaba de
nuevo sobre su pecho.