miércoles, 7 de diciembre de 2016

CCPR- Hoper XIII: Ojos verdes

Pasó el escáner de control por el antebrazo izquierdo de aquel cuerpo moribundo para leer el chip de identificación. A Frelser le parecía un auténtico despropósito que cualquier miembro de seguridad contará con ese dispositivo lector pero desde hacía siglos incluso la seguridad pública estaba en manos privadas y esas manos privadas habían aprovechado para extender esas medidas de control a todos sus agentes pero así era y ahora el mismo lo estaba usando. En el lector apareció de inmediato el historial de Hoper, mas allá de sus datos de filiación, estudios y el poquito del historial de un persona joven destacaba parpadeante su condición de preso. Frelser leyó con atención su historial delictivo, 16 años de condena por participar en un altercado que tuvo como consecuencia la destrucción de un carguero orbital en el que no hubo ningún herido. Su reclusión era en el planeta-prisión y su historial de preso hablaba siempre de comportamiento ejemplar.
Era injusto, aquella condena era injusta, y todo porque estaba enmarcada en una acción violenta con tintes políticos, pero cuando ese chico la cometió apenas era un niño, un adolescente. Cuanto habría tenido que sufrir para decidir escapar y Frelser entendía que lo hubiera hecho porque en el planeta-prisión estaba abocado a la muerte. Siempre había creído en la justicia, siempre había sido un defensor a ultranza de las leyes pero con los años se había ido dado cuenta de que la ley estaba diseñada por y para los poderosos. Sus delitos mas habituales no estaban penados o sus condenas eran irrisorias mientras que sobre los delitos que amenazaban su status-quo caía todo el peso de la ley.
Aquel hombre que ahora yacía en el contenedor había perdido gran parte de su juventud y a había estado a punto de perder la vida, seguramente sin llegar a ser consciente de lo que estaba haciendo, mas por un impulso adolescente que por una convicción del uso de los métodos violentos como lucha antisistema. Llegó siendo prácticamente un niño al planeta prisión y ahora, después del insoportable viaje, parecía un anciano.

Frelser estaba ante una disyuntiva, ayudarle a consumar su fuga o avisar a las autoridades para que volvieran a detenerle. La segunda opción era muy sencilla pero a ojos de Frelser despiadada, la primera era terriblemente complicada, sacarle de allí sin que nadie se enterara era prácticamente imposible y el estado de salud en el que se encontraba Hoper lo complicaba aún mas. En el fondo del rebelde corazón de Frelser anidaba el sentimiento de querer ayudarle a escapar pero había muchas posibilidades de que muriera, sin embargo si avisaba a las autoridades contaría con los medios sanitarios para que se recuperara pero sin duda volvería a prisión a morir allí. Ojalá Hoper estuviera al menos semiconsciente para poder preguntarle cúal era su deseo. Pero Hoper ya había decido, había afrontado un viaje en el que la muerte era el destino mas probable. Frelser lo comprendió de inmediato y no tuvo que pensar mas, intentaría ayudarle, tenía una horas de trabajo por delante para intentar pensar cómo lo hacía. Se sentó en el angosto habitáculo del contenedor y Putnik saltó sobre sus brazos. Mientras le acariciaba pensaba en la manera de ocultarle mientras se recuperaba y cómo podía hacer para que Hoper recuperara minimamente su salud. La prioridad sin duda era que volviera a la conciencia, corrió al botiquín y volvió con una jeringuilla de adrenalina en la mano. La preparación en primeros auxilios de su formación como vigilante le sirvió para no dudar a la hora de suministrársela por vía intravenosa. En unos segundos los ojos de Hoper se abrieron de par en par, vivía, volvía a la conciencia mejor dicho, porque aquellos ojos verdes parecían muertos.