La bisagra estaba oxidada y
chirriaba recordándole al abrir la puerta que tenía que cambiarla. El nuevo
gozne encajó perfectamente, brillaba y era completamente silencioso. Por alguna
extraña razón ahora echaba de menos el chirrido que antes tanto le molestaba y al
pasar por debajo de aquel dintel su casa y el mundo eran diferentes.