No muy lejos de aquí, en
un lugar dónde los cielos y los suelos son grises, existía y existe un sabio.
Un sabio de esos que en realidad no saben nada porque nadie puede albergar ni
una pequeña parte del conocimiento que existe en el mundo. Y como él mismo decía
sabía un poco de unas pocas cosas y mucho de nada. Era un hombre de mediana
edad, de ojos tristes y mirada intensa, su barba era canosa y su pelo claro.
Nada le hacía diferente a los demás pero todos le conocían por su amabilidad,
por su calidez, por su sonrisa casi eterna. Pero el no era así, el era roca.
Un día se le acerco una
niña, ella tenía la curiosidad de las niños, quería saber, quería conocer,
quería entender la vida y el universo y le preguntó si la aceptaría como
discípula. El sabio jamás había aceptado discípulos porque ni sabía lo
suficiente, ni sabía como enseñar pero se lo habían pedido tantas veces que
tenía una prueba preparada para cuando se lo pedían.
Le dijo que le
aceptaría cómo discípula si sabía al menos una de las tres preguntas que le
haría. La niña aceptó y el sabio pregunto.
-¿Cuáles son las dos
galaxias mas cercanas a la vía láctea?
-No lo se maestro. Quiero que me lo enseñes.
-No me llames maestro,
que no soy maestro de nadie. Segunda
pregunta ¿cómo se originó la vida?
-No lo se maestro. Quiero que me lo enseñes.
-No soy maestro de
nadie. Tercera pregunta ¿Cuántas neuronas tiene un cerebro y cuántas conexiones
sinápticas tiene cada una.
-No lo se maestro. Quiero que me lo enseñes.
-Insistes en llamarme
maestro cuando no lo soy de nadie y tampoco seré el tuyo porque no has sabido
ninguna de las respuestas.
-Maestro, ¿si yo te hiciera una pregunta para la que no tuvieras respuesta me aceptarías como discípula?
El sabio sonrío y a punto
estuvo de contestar que no pero la curiosidad se apoderó de él y aceptó el
trato. Sin curiosidad difícilmente se aprende. La niña con la cara iluminada le preguntó ¿Qué
es el amor?
El sabio comenzó hablarle
de reacciones químicas, de hormonas, del amor paterno-materno filial, del amor
fraternal, del amor romántico, del amor a los demás, de la amistad y de tantas
otras cosas que la niña fue solo capaz de retener una pequeña parte de un
discurso que duro prácticamente dos horas. Cuando terminó el sabio la dijo
-No seré tu maestro. Tu
pregunta era tremendamente complicada y he sabido darte al menos una parte de
la respuesta.
-Te equivocas maestro. Tu no sabes lo que es el amor. Tu respuesta lo
demuestra.
Los ojos del sabio se
abrieron como platos. Su sorpresa fue mayúscula y le pregunto a la niña que
entonces cuál era la respuesta. La niña se acercó a él, le abrazó y le dio un
beso en la mejilla.
-Eso es el amor maestro
El rostro del sabio se
convirtió en una gran sonrisa, aquellos ojos tristes tornaron curiosos y parecía
como si la roca que llevaba dentro se estuviera fundiendo. Y con aquella voz cálida y amable la dijo.
-No seré tu maestro. Aprenderemos
juntos.