viernes, 16 de octubre de 2015

Cartas que nunca voy a enviarte….

El día amaneció frio, tal vez debiera haberlo visto como una señal, pero solo me fijé en el sol. Estuve toda la mañana bastante animado y con una sonrisa en la cara aunque tenía un nudito en el estómago y estaba algo nervioso. A partir del mediodía no para de mirar la hora, soy muy puntual siempre pero no quería llegar ni un segundo tarde. Por supuesto llegué antes de la hora y me di un paseíto por el pueblo. Las zapaterías ya no tenían sandalias, no había mucho que mirar, tal vez botitas. Y antes de la hora estaba en mi sitio, a sabiendas de que aunque quisieras tu no podrías llegar hasta un rato más tarde. Lo creas o no pensaba que después de mucho tiempo sería el día. Una vez más me equivoqué, todos nos equivocamos pero ya sabes que yo tengo una especial habilidad.
Pedí una cocacola y un pincho que fui comiendo tranquilamente. La verdad es que los nervios casi habían pasado, tal vez algún resto de ansiedad pero estaba muchísimo mas cómodo y tranquilo de como me había imaginado el momento. Cuando terminé pedí un café con leche y salí a la terraza hasta que diera la hora, con la temperatura que hacía estaba estupendamente.
Llego la hora, ¿pero que sentido tenía marchar? Podía esperar, tal vez algo te hubiera retrasado. Saqué un cigarro del bolsillo a modo de reloj, para marchar al terminarlo. Ojala no lo hubiera hecho. No debería fumar pero esa no es la cuestión. Si mi hubiera levantado a mi hora tal vez nos hubiéramos visto. Porque yo te ví desde la terraza, te vi cuando terminaste de cruzar el semáforo dónde empieza la cuesta abajo. Si me hubiera marchado a mi hora nos hubiéramos cruzado en la plaza y tal vez eso es lo que querías que sucediera. Soy puntual para llegar pero si no tengo otra cosa soy impuntual para marchar y había reservado la tarde para ti.
Supongo que hay un alto porcentaje de posibilidades de que no fueras tu, al fin y al cabo estaba muy lejos y con la mampara de la terraza de por medio. Además nuestro cerebro a veces interpreta las cosas como le da la gana y se podría decir que vemos lo que queremos ver. Tal vez no fueras tu, tal vez fuera solo una persona de tu misma complexión y con la misma ropa. El peinado era el mismo que la última vez que te vi pero quién sabe tal vez no fueras. De eso no podré estar nunca seguro. Si hubieras sido cualquier otra persona lo estaría pero con las ganas que tenía de verte, de que vinieras pues ni tan siquiera puedo confiar en mis ojos y mucho menos en mi cerebro.
En un primer momento no reaccione. Solo pensé mierda… tenía que haberme ido a mi hora. Pensé en salir corriendo detrás pero no era eso lo que quería, no era así como lo quería. Me levante y me di otra vuelta por el pueblo e inmediatamente pensé que tal vez era así como lo quisieras tú, encontrarnos como por casualidad, que tu no lo buscabas. Vete a saber, tal vez fuera así, no siempre he conseguido entenderte, y, como te decía, ni tan siquiera estoy seguro de que fueras tú.
Mi hombre tal vez ya se ha rendido, sabe lo que ha pasado y dónde van a llegar las cosas. Mi niño sigue soplando, imaginando, queriendo que sucedan otras diferentes. El día que deje de imaginar dejaré de soplar pero de momento la ilusión de un niño está pudiendo con el escepticismo del hombre. Solo así se construyen los sueños.