lunes, 3 de noviembre de 2014

Casi cuentos para Rita: de las sonrisas que viajan en sombreros

¿Habéis encontrado por ahí un gorro de bruja? Si, ya sabéis, uno de esos gorros en pico y con una ala muy grande. No me digáis que no parece un cucurucho y si lo pensáis, cuando os ponéis uno de esos gorros vuestra cabeza es como la bola de helado, y a mi me encantan los de chocolate, así que si sois negros o os ha dado mucho el sol y estáis muy morenitos cuidado que puedo daros un lametón. A lo que he iba, que no encuentro el mío. Bueno que en realidad no es mío que es de una bruja que entró el 31 de octubre del año pasado por mi ventana y me lo termino regalando. Mi gorro, el de la bruja, es violeta y tiene unas llamativas estrellas doradas, algunas más grades y otras más pequeñas. También tiene una cinta negra muy ancha, podéis llamarle banda, y está rematada por una enorme hebilla en forma de calabaza, que por supuesto es naranja como las calabazas. La verdad es que no se cómo no soy capaz de encontrarlo ¡si no hay en el mundo gorro mas llamativo! Bueno si lo veis me decís. De momento voy a contaros la historia del sombrero.
Estaba yo durmiendo a pierna suelta, roncando como un ogro, cuando de repente noté que alguien me chupaba el dedo gordo del pie. Me desperté asustado, encendí la luz y vi que la que me chupaba el dedo era una bruja que también se había asustado e intentaba salir volando con su escoba por la ventana. Pero con las prisas se aturullo y no pudo huir. Me miro con cara seria y me dijo… ¿truco o trato?. La verdad es que era bastante feilla, tenía las típicas verrugas que tienen las brujas y muchas arrugas en la cara pero también una sonrisa tan espectacularmente bonita que de inmediato se me pasó el susto.
-¿Por qué me chupabas el dedo?
-Jopetas, creía que era un caramelo gordo pero cuando lo he probado tenía un sabor un poco raro. ¿te huelen un poco los pies sabes?
-Mi dedo no es un caramelo y me has despertado de las cosquillas. ¡y los pies no me huelen!. En realidad si que me olían un poco pero me daba vergüenza reconocerlo.
-No me has contestado. ¿Truco o trato?
-Trato, trato. Prefiero trato. ¿Qué trato me propones?
-Mira, es muy sencillo. A mi me gusta mucho que me abracen y como soy una bruja a la gente le da miedo y no me abraza. Si me das un abrazo de verdad te regalaré mi gorro.
Miré aquel espectacular sombrero y aunque con un poco de miedo abracé a la bruja
-Eso no ha sido un abrazo de verdad. Me dijo.
-Si que lo ha sido. La respondí.
-No, no es verdad he notado que tenías miedo y con un abrazo se transmite cariño no miedo. Y yo quiero un abrazo de verdad, nadie quiera abrazar de verdad a una bruja.
La miré a los ojos y pude ver que decía lo que sentía. Y mirando a sus ojos me di cuenta de que tenía unas terribles ganas de abrazarla de verdad, todo el mundo cree que las brujas son malas pero son terriblemente cariñosas. Me puse enfrente de ella, la rodee con mis brazos y la apreté contra mi cuerpo dejando que su cabeza reposara sobre mi hombro. ¡Casi me saca un ojo con la punta del sombrero! Y ella también me abrazó fuerte. Paso un ratito largo y nos separamos. Se quitó su sombrero lo dejo encima de mi cama y sin decir nada mas salió volando por mi ventana. No se si volverá pero desde entonces duermo siempre con la ventana abierta.
Cuando desperté a la mañana el gorro seguía allí, así que podía estar seguro de que no lo había soñado. Le di mil vueltas, metí la mano mil veces a ver si conseguía sacar algo del sombrero como hacen los magos hasta que me di cuenta de que en realidad no era un gorro mágico. No tenía nada de especial más que esa forma y esos colores tan bonitos que ya os he contado. No os miento si os digo que me decepcione un poco, habría sido la repera tener un sombrero mágico.
Los días fueron pasando y pasando y siguieron pasando, hasta que un día llegué llorando a casa, estaba muy triste por un montón de cosas que me habían pasado. Me tumbé en la cama y mientras pensaba porque todo el mundo me rechazaba, porque parecía que nadie me quería, reparé en el sombreo que tenía cogiendo polvo en una balda. Me di cuenta inmediatamente como tenía que sentirse la bruja, lo mío había sido un día pero a las brujas las rechazamos constantemente. Me levanté de la cama cogí el sombrero y empecé a darle vueltas entre mis manos. Y cuando por fin me dio por mirar dentro, saliendo de la negrura que había en el interior, asomaba la espectacularmente bonita sonrisa de la bruja. Resulta que el sombrero si que era mágico regalaba sonrisas en los momentos más tristes y en esos momentos no hay mejor regalo
Así que comprenderéis mi desesperación al no encontrar mi sombrero, realmente no se cómo ha podido suceder, siempre lo tengo guardadito en mi habitación para mirarlo cuando lo necesito. Espera. Ahora creo que lo entiendo. Ya se porque no lo encuentro. Siempre he ido a buscarlo cuando estaba triste y lo necesitaba para que me diera sus mágicas sonrisas pero nunca me he preocupado mucho de él cuando no lo necesitaba. Y ¿sabéis? la magia de las sonrisas es que se alimentan también de sonrisas y si no terminan desapareciendo. Eso es lo que le ha pasado a mi sombreo. Pobre bruja, ahora entiendo porque necesitaba abrazos, todo el rato regalando sus sonrisas y seguramente nadie la sonríe a ella. Sonreíd siempre que podáis y más que a nadie a las brujas. Sonriendo y regalando sonrisas os convertiréis en seres mágicos.