Fueron días felices, días de ilusión, días en los que pensaba
que había encontrado mi sitio, mi lugar en este universo, mi particular
paraíso. Supongo que no era difícil pensar así teniendo en cuenta mi pasado en
las minas de metsal, allá en el planeta prisión donde cada día se vivía cerca
de la muerte y en ocasiones incluso parecía la mejor de las opciones. El
planeta prisión formaba parte de mi pasado cercano, la infancia y adolescencia
que viví en la tierra quedaba demasiado lejos y cuando pensaba en ambas cosas
parecía que esos recuerdos eran de otra persona, que yo no los había vivido. Mi
vida estaba en Driro, mi vida era Ny Verden, lo demás eran simplemente
recuerdos. Pero no era cierto, las experiencias que acumulamos en la vida
siempre habitarán en nosotros y en gran medida somos lo que hemos vivido.
Ya no era un adolescente, ya no era un preso, ya no era un
proscrito, un hombre libre y feliz que trabajaba en la construcción de un nuevo
mundo. Un mundo en el que todas las personas querían colaborar en desarrollar,
lleno de personas buenas y amables, lleno de objetivos que día tras día se iban
cumpliendo. Trabajaba en la estiba si pero en cuanto podía ayudaba en cualquier
tarea que me propusieran. De toda mi experiencia en Driro lo peor era mi
trabajo porque sentía que no contribuía en demasía al desarrollo del nuevo
planeta pero, como todas las personas en Driro estaba dentro de un sistema, y
en ese sistema cada trabajo era imprescindible. Tendemos a pensar que hay
ocupaciones mas importantes que otra y la manera de vivir en la tierra así lo
hace creer, los puestos mas importantes están mas remunerados, pero lo cierto
es que lo único que los diferencia es la formación que se requiere para
ingresar en ellos y las consecuencias que tienen las equivocaciones pero cada
puesto, cada persona, hace una tarea que es necesaria y relevante para el
sistema. Allí, en Driro, no había salario como tal, cada persona tenía mucho
mas que lo básico para vivir, cada persona podía disfrutar de igual manera de
su tiempo libre. Los puestos de trabajo con mas presión trabajaban menos horas,
las responsabilidades se compartían entre mas gente y cada persona era
responsable de su propio trabajo. Probablemente seleccionaron a personas poco
codiciosas o simplemente las codiciosas jamás hubieran ido allí porque nada
había que codiciar. Solo los que allí vivíamos sabíamos que la felicidad es una
retribución que no tiene precio.
Pero llegaron también días malos, días de dudas, de
disgustos, días en el que mi mundo, mi Nay Verden, parecía venirse abajo. Sobreviví
igual que sobreviví en el planeta prisión pero aquellos días terminando
cambiándome para siempre.