lunes, 5 de junio de 2017

CCPR- Hoper XXXVIII: Felicidad

Fueron días felices, días de ilusión, días en los que pensaba que había encontrado mi sitio, mi lugar en este universo, mi particular paraíso. Supongo que no era difícil pensar así teniendo en cuenta mi pasado en las minas de metsal, allá en el planeta prisión donde cada día se vivía cerca de la muerte y en ocasiones incluso parecía la mejor de las opciones. El planeta prisión formaba parte de mi pasado cercano, la infancia y adolescencia que viví en la tierra quedaba demasiado lejos y cuando pensaba en ambas cosas parecía que esos recuerdos eran de otra persona, que yo no los había vivido. Mi vida estaba en Driro, mi vida era Ny Verden, lo demás eran simplemente recuerdos. Pero no era cierto, las experiencias que acumulamos en la vida siempre habitarán en nosotros y en gran medida somos lo que hemos vivido.
Ya no era un adolescente, ya no era un preso, ya no era un proscrito, un hombre libre y feliz que trabajaba en la construcción de un nuevo mundo. Un mundo en el que todas las personas querían colaborar en desarrollar, lleno de personas buenas y amables, lleno de objetivos que día tras día se iban cumpliendo. Trabajaba en la estiba si pero en cuanto podía ayudaba en cualquier tarea que me propusieran. De toda mi experiencia en Driro lo peor era mi trabajo porque sentía que no contribuía en demasía al desarrollo del nuevo planeta pero, como todas las personas en Driro estaba dentro de un sistema, y en ese sistema cada trabajo era imprescindible. Tendemos a pensar que hay ocupaciones mas importantes que otra y la manera de vivir en la tierra así lo hace creer, los puestos mas importantes están mas remunerados, pero lo cierto es que lo único que los diferencia es la formación que se requiere para ingresar en ellos y las consecuencias que tienen las equivocaciones pero cada puesto, cada persona, hace una tarea que es necesaria y relevante para el sistema. Allí, en Driro, no había salario como tal, cada persona tenía mucho mas que lo básico para vivir, cada persona podía disfrutar de igual manera de su tiempo libre. Los puestos de trabajo con mas presión trabajaban menos horas, las responsabilidades se compartían entre mas gente y cada persona era responsable de su propio trabajo. Probablemente seleccionaron a personas poco codiciosas o simplemente las codiciosas jamás hubieran ido allí porque nada había que codiciar. Solo los que allí vivíamos sabíamos que la felicidad es una retribución que no tiene precio.

Pero llegaron también días malos, días de dudas, de disgustos, días en el que mi mundo, mi Nay Verden, parecía venirse abajo. Sobreviví igual que sobreviví en el planeta prisión pero aquellos días terminando cambiándome para siempre.