En un porche de una casa extraña,
mecedoras de madera y cojines blancos,
las paredes plagadas de flores de colores
y los pies descalzos sobre la hierba verde,
de un verde jardín con paredes grises.
El viento cálido del sur arrastró los sueños que
fueron
en aquella noche de una inmensa luna llena,
hilillos de algodón serpenteaban un cielo plagado
de estrellas,
las hojas del tilo se agitaban rompiendo el
silencio,
serena tranquilidad de la soledad eterna.
Ya no hay sueños que fueron,
ahora viajan mecidos por el viento,
como un diente de león, buscando su destino,
esperando encontrar esta vez la tierra fértil
para ser semilla y volver a florecer.
Y los sueños que fueron tan solo fueron sueños,
pero transformaron el mundo en el que habitaron,
cambiaron mi ser, mi yo, mi vida,
cambiaron mi sonrisa y cambiaron mis ojos.
Y los sueños que fueron, se fueron.