viernes, 10 de octubre de 2014

Esta es la cárcel de mis sueños,
un cristal invisible los separa del mundo,
asilándolos, solo con la libertad de pasearse
por un espacio de casi 1,90 por 80.
Demasiado poco espacio para no chocar
contra unos indestructibles muros de vidrio
demasiado trasparentes como para no imaginar
cómo sería volar por esos azules cielos
de algodonosas y suaves nubes blancas
que parecen esperar a que lleguen
para ofrecerles reposo, para ofrecerles cariño.
Pero la única libertad es el camastro de la celda,
tumbado allí nada es imposible,
en aquellas ásperas sabanas grises,
que llenan mi piel de dolorosas llagas,
mis sueños descansan entre sonrisas.
Y vuelven a volar, a encontrarse con un mundo
que no pueden tocar,
un mundo que ven todos los días,
un mundo que está tan al alcance de la mano,
que el cuerpo se agota y las manos sangran
por intentar derribar esas paredes de hielo.
Pero en aquel camastro son felices,
y cada día al levantarse miran a través del cristal
pensando que esta condena no puede ser eterna,
que caerán los muros y serán libres,
libres por fin, libres por fin en un mundo libre.
Esta es la cárcel de mis sueños,
y yo soy carcelero.