miércoles, 4 de junio de 2014

Las cosas más bellas
no siempre ocurren en los lugares más hermosos.
No, no ocurrió en un bosque encantado,
no ocurrió entre árboles milenarios
y praderas del color de todas las flores.
Tampoco ocurrió en una noche del desierto,
no estábamos bajo la luz de miles de estrellas
y el silencio no fue la música que sonaba.
No, tampoco sucedió frente al mar,
las olas no rompían bajo nuestros pies,
ni el frescor de la brisa acariciaba nuestro cuerpos.
No fue en un majestuoso palacio,
no había suntuosos salones,
ni un cuarteto de cuerda tocaba un vals para que bailáramos.
No pasó en ninguna ciudad mágica,
no estábamos en ningún hermoso parque,
ni rodeados de construcciones singulares.
No, no sucedió en ninguno de esos lugares maravillosos.
Ocurrió allí, en aquel lugar gris,
envueltos en carreteras,
con la música del tráfico de fondo,
delante de una estación de metro,
a la sombra de un sol envuelto en bruma.
No, realmente las cosas más bellas
no siempre ocurren en los lugares más hermosos,
las cosas mas bellas son aquellas
que convierten en hermosos los lugares donde suceden.