viernes, 22 de diciembre de 2017

Siempre envuelta de un halo etéreo y sedoso, siempre intentando ocultar lo que eras, lo que eres, lo que serás. Siempre intentado cubrir de forma hermosa tus complejos sin darte cuenta que era al desnudo donde habitaba tu auténtica belleza. Siempre intentando protegerte del mundo, del dolor, de las personas sin darte cuenta que ese halo te hacía más vulnerable, más permeable. Una coraza que te aprisionaba, que coartaba tu libertad sin darte cuenta, que solo siendo libre podías ser feliz. Demasiados miedos, demasiados complejos para enfrentarte a un mundo complicado, donde todo te parecía amenazante. Y mientras tanto la vida se derramaba en un manantial envenenado donde cada sorbo era dolor y tristeza.
Y te encontré, atemoriza como siempre, pero queriendo salir a otro mundo. Odiosa cuando me acercaba pero supe intuir tu miedo, supe intuir tu belleza, supe intuir que debajo de aquella coraza de seda se encontraba el ser más hermoso del mundo. Y con sonrisas dulces y manos suaves me fui ganando tu confianza y poco a poco me permitiste despojarte de esos velos. Casi llegué a verte desnuda, tan hermosa eras que quedé deslumbrado. No, mis ojos no estaban preparados para contemplar tanta belleza, la más pura y auténtica de las bellezas. Y cegado por tu luz te quise seguir desnudando, impaciente, precipitado y mis manos se volvieron torpes y mis sonrisas tristes.
Y volvieron tus miedos, volviste a cubrirte con tus velos, y huiste de mi para siempre aún más cubierta de seda que el día que nos encontramos.
Maldigo cada día mi impaciencia, me maldigo por haberte hecho aún más daño, me maldigo porque me temblarán la sonrisa, la voz y las manos. Me maldigo por haber tenido miedo a perderte porque el miedo alimienta el miedo y el mío alimentó el tuyo.
Hoy ya no tengo miedo, hoy ya no me tiemblan las manos ni la voz pero mi sonrisa será ya de por siempre triste porque nunca podré volver a contemplar la auténtica belleza ni tan siquiera cubierta por miles de capas de velos.