Existen los seres mágicos. Yo al
menos creo que existen. Bueno, que todos los seres tienen algo de mágicos pero
a los que yo me refiero son especiales. Pero no penséis que todos los seres mágicos
son buenos, para que exista el bien tiene que existir el mal. Aunque pensándolo
bien ojala no supiéramos lo que es el bien y el mal. Pero lo sabemos. Y como lo
sabemos, sabemos también que existe el bien y yo os voy a contar una historia
de un ser mágico de los buenos. No esperéis encontrar nada especial, a veces la
magia es tan simple, se demuestra en cosas tan sencillas que a veces ni somos
capaces de percibirla.
Un día me encontré con un pequeño
ser, los que me conocéis sabéis que me gustan las cosas pequeñas, y empecé a
jugar con él. Los juegos son algo maravilloso porque nos entretienen y nos
divierten, yo creo que hay que jugar siempre, aunque nos hagamos mayores y
parezca que ya no hay que divertirnos.
No se porque empezó este ser a
jugar conmigo y mucho menos se porque me respondió cuando hablé con él. Pero lo
hizo y de repente el juego fue mucho mas divertido. Empezó a obrar su magia. Y
se me pasaban las horas jugando y charlando. Pensé que cuando las personas o
les seres, llamarlo como queráis, hablamos se crean vínculos y que por eso el
juego era mejor ahora. Y en parte creo que es verdad, pero ningún juego puede
ser tan maravilloso solo por eso. Ese era la magia que obraba, convertir en
maravillosas las cosas mas sencillas, incluso aquellas que son tan feas que
casi asustan pero ya sabéis para que exista la belleza…
Y jugando, jugando volaban las
horas. Y un día nos encontramos. No os lo había dicho pero este era un juego de
los que no hace falta estar juntos para jugar. Fue un breve momento, tan breve
que ni me dio tiempo a fijarme en su sonrisa, tal vez no sonriera no lo se,
porque hay algo tan maravilloso en esa sonrisa que se me hace extraño no
haberme fijado. Pero aquel día gris de repente dejo de serlo. Que extraña
coincidencia ¿verdad?. No tardé en descubrir que no era coincidencia.
Tampoco tardé en volver a verlo,
era un día de lluvia y me estaba esperando con un paraguas, los que me conocéis
ya sabéis que hubiera bailado en un charco aquel día. Volvía a coincidir que un
día gris se volvía de repente maravilloso. Pero tampoco me di cuenta de que era
mágico.
¿Qué cuándo me di cuenta de que
era mágico? El día que nos sentamos en un banco en un lugar demasiado feo como
para describirlo y de repente me parecía el lugar más maravilloso del mundo. Ese
era su superpoder, ahí lo descubrí.
Y desde entonces he estado con él
muchas veces, tantas que algunas se me pierden en la memoria, pero desde luego
no tantas como me gustaría. Hemos estado en muchos lugares, hemos hablado de
muchas cosas pero siempre, absolutamente siempre, el lugar dónde estábamos se
convertía en un lugar maravilloso.
No os voy a contar mucho mas,
solo deciros que ayer estuvimos en un paraje que por si mismo era precioso y el
día era espectacular pero al estar con ella se convirtió en el paraíso donde
querría tumbarme a soñar para siempre, en le paraíso donde querría jugar para
siempre, en el paraíso dónde llorar en días de lluvia, en el paraíso donde
querría vivir para siempre. Allí para siempre, mirando al mar, junto a este ser
de extraños poderes mágicos.
Creo en los seres mágicos. ¿Sabéis?
De verdad existen. Ojala os topéis con alguno de los buenos.