miércoles, 18 de octubre de 2017

Ya hace un tiempo que se fueron las lluvias,
se fue el olor a tierra mojada,
la hierba fue perdiendo su color,
los árboles sus hojas,
y del manto amarillo de muerte no nació nada.
La tierra se fue secando hasta agrietarse
y lo que fue un bosque torno en desierto
donde quedaban las huellas marcadas
de lo que somos de lo que fuimos
hasta que un simple soplo de viento
las arrancaba para siempre
sin dejar ni un solo rastro de nosotros.
Se fueron las lluvias, se fueron para siempre,
se fue la vida pero quedó la tormenta,
miles de rayos, de truenos, de relámpagos
pero ni una solo gota de lluvia, ni una gota de vida,
el eterno recuerdo de que estuvieron ahí,
la eterna esperanza de que volvieran,
la certeza absoluta de que nunca volverían.
Y así nacieron mis lagrimas negras,
tan muertas como el suelo donde se derramaban.
Ahora ya no importa, hasta las lágrimas se secaron
y mi piel con ellas, mi corazón con ellas, mi vida con ellas.
El camino hacia la muerte es mas feliz
recordando el verdor de aquellos días
en los que creí que la primavera sería eterna.