jueves, 14 de mayo de 2015

Casi cuentos de adulto para Rita: de los órdenes y los desordenes

Los que me conocéis ya lo sabéis, soy un completo desastre. Si vieras mi mesa ahora mismo, llena de papeles pensarías como narices puede encontrar algo este tío. Dejadme que os diga que hay dos ordenes posibles. Uno en el que todas las cosas están en su sitio y otro en el que la cabeza sabe dónde está cada cosa. Esta claro que el primero es tremendamente más útil porque no solo se encuentran las cosas igual de fácil sino que además cualquier otra persona también podría encontrarlas. Si las cosas no están ordenadas en ningún sitio se convierte en un pequeño desastre, en un caos dónde nunca encontraremos lo que necesitamos, lo que estamos buscando. Pero una mesa es una mesa y en realidad tiene una importancia relativa pero con la vida, con nuestro ser mismo, pasa exactamente lo mismo existen los dos mismo tipos de ordenes y también existe el más completo de los caos.
Al contrario de en la mesa, en mi vida he aplicado siempre el primer sistema. Todo en mi vida estaba completamente ordenado, en su sitio, todo marcadito con sus etiquetas y bien estructurado en el tiempo y ni tan siquiera tenía que pensar. A cada momento le pertenecía una cosa o cosas y se hacían y punto, se sacaban los archivos correspondientes y se ejecutaba el programa. ¿Qué triste no? ¿qué aburrido verdad? Que determinismo vital. En realidad es una vida programada, por uno mismo seguramente, pero también influenciado por lo que los demás esperan de nosotros, por lo que la sociedad estima que es bueno y justo, por lo que se supone que nos va hacer feliz. Así es el orden, así lo vemos en nuestra cabeza, así somos obedientes permitiéndonos muy de vez en cuando una salida de tono, una rebeldía. ¿Curioso no es cierto? No tenemos que pensar simplemente ejecutamos nuestra programación.
No os miento, casi nunca he mentido, yo era así y en gran parte lo sigo siendo y me permite seguir viviendo esta vida aburrida, esta vida que si no fuera por algunas pinceladas de colores que aparecen de vez en cuando sería gris, sería oscura, como casi todas las vidas. Pasaremos por el mundo y no dejaremos ningún tipo de huella, tampoco quiero dejarla, pero solo seremos uno más. Y en este caso, a mi corto y torpe entender, lo trascendente no es lo que seamos para los demás, ni la huella que dejemos, si no lo que somos para nosotros mismos, si lo que somos nos hace o no felices. Pero felices de verdad, esa felicidad que hace que te metas tranquilo a la cama y esperando con ilusión que llegue un nuevo día para vivir, para soñar, para reir, para tirarse desde una avión sin paracaídas sin importar a que distancia esta el suelo y levantarse del golpe y seguir corriendo, riendo y repartiendo sonrisas.
No se. Supongo que se puede tener una vida así, una vida feliz ordenadamente. Pero yo la única vez que la he vivido ha sido sumido en el mas completo de los caos. Y no un caos de esos deterministas, era un caos que no paraba, que nunca llegaba al mismo sitio incluso repitiéndose los mismos patrones. Era mi caos y era feliz. Era un completo desorden y era feliz.
Si, es cierto, lo pienso y tal vez la vida no se pueda vivir así siempre. El completo desorden te sorprende para bien y para mal y seguramente pueda a llegar a desestructurar tanto tú vida que no haya manera de vivirla. Porque vivimos con otros, no solos, y nuestro orden, os lo decía antes con mi mesa, también permite encontrar a otros lo que están buscando entre nuestras cosas y también, porque no, encontrarnos a nosotros mismos.
Que combinación mas complicada, tenerlo todo ordenado y desordenado a la vez. La verdad es que casi no se ni de que estos hablando, la verdad es que no se como hay que vivir la vida, no se ni lo que quiero de la mía como para andar vendiendo consejos. Una cosa si tengo clara, deberíamos ser cada uno los que decidiéramos, de que manera o maneras queremos vivir nuestras vidas. La sociedad es demasiado encorsetada y nos limita mucho para que nuestras vidas sean aceptables y aceptadas, y ser aceptado, integrarse en el colectivo es muy importante y esa presión social en ocasiones nos hace vivir una vida que no es la que queremos. ¿Pero que es lo que narices queremos? ¿qué es lo que nos haría felices? Que difícil la verdad, no tengo ni idea para mi, no tengo ni idea para nadie.
En el fondo este cuento no tiene moraleja. No hay ordenes ni desordenes que vender ni comprar. No es ni tan siquiera una invitación a la reflexión, aunque ojala os hiciera pensar. Tan solo quería contaros que sin el desorden, sin, como me decía una amiga, haber perdido nada, mi vida es completamente insulsa. Mas que eso, está casi completamente vacía. Tal vez el orden esconda algún día ese vacio pero estoy seguro que no lo llenará nunca. Supongo que la felicidad es posible de muchas maneras, pero algunas son mas plenas que otras y sobre todo mas bellas.