Los que me conocéis ya lo sabéis,
soy un completo desastre. Si vieras mi mesa ahora mismo, llena de papeles
pensarías como narices puede encontrar algo este tío. Dejadme que os diga que
hay dos ordenes posibles. Uno en el que todas las cosas están en su sitio y
otro en el que la cabeza sabe dónde está cada cosa. Esta claro que el primero
es tremendamente más útil porque no solo se encuentran las cosas igual de fácil
sino que además cualquier otra persona también podría encontrarlas. Si las
cosas no están ordenadas en ningún sitio se convierte en un pequeño desastre,
en un caos dónde nunca encontraremos lo que necesitamos, lo que estamos
buscando. Pero una mesa es una mesa y en realidad tiene una importancia
relativa pero con la vida, con nuestro ser mismo, pasa exactamente lo mismo
existen los dos mismo tipos de ordenes y también existe el más completo de los
caos.
Al contrario de en la mesa, en mi
vida he aplicado siempre el primer sistema. Todo en mi vida estaba
completamente ordenado, en su sitio, todo marcadito con sus etiquetas y bien
estructurado en el tiempo y ni tan siquiera tenía que pensar. A cada momento le
pertenecía una cosa o cosas y se hacían y punto, se sacaban los archivos
correspondientes y se ejecutaba el programa. ¿Qué triste no? ¿qué aburrido
verdad? Que determinismo vital. En realidad es una vida programada, por uno
mismo seguramente, pero también influenciado por lo que los demás esperan de
nosotros, por lo que la sociedad estima que es bueno y justo, por lo que se
supone que nos va hacer feliz. Así es el orden, así lo vemos en nuestra cabeza,
así somos obedientes permitiéndonos muy de vez en cuando una salida de tono,
una rebeldía. ¿Curioso no es cierto? No tenemos que pensar simplemente
ejecutamos nuestra programación.
No os miento, casi nunca he
mentido, yo era así y en gran parte lo sigo siendo y me permite seguir viviendo
esta vida aburrida, esta vida que si no fuera por algunas pinceladas de colores
que aparecen de vez en cuando sería gris, sería oscura, como casi todas las
vidas. Pasaremos por el mundo y no dejaremos ningún tipo de huella, tampoco
quiero dejarla, pero solo seremos uno más. Y en este caso, a mi corto y torpe
entender, lo trascendente no es lo que seamos para los demás, ni la huella que
dejemos, si no lo que somos para nosotros mismos, si lo que somos nos hace o no
felices. Pero felices de verdad, esa felicidad que hace que te metas tranquilo
a la cama y esperando con ilusión que llegue un nuevo día para vivir, para
soñar, para reir, para tirarse desde una avión sin paracaídas sin importar a
que distancia esta el suelo y levantarse del golpe y seguir corriendo, riendo y
repartiendo sonrisas.
No se. Supongo que se puede tener
una vida así, una vida feliz ordenadamente. Pero yo la única vez que la he
vivido ha sido sumido en el mas completo de los caos. Y no un caos de esos
deterministas, era un caos que no paraba, que nunca llegaba al mismo sitio
incluso repitiéndose los mismos patrones. Era mi caos y era feliz. Era un completo
desorden y era feliz.
Si, es cierto, lo pienso y tal
vez la vida no se pueda vivir así siempre. El completo desorden te sorprende
para bien y para mal y seguramente pueda a llegar a desestructurar tanto tú
vida que no haya manera de vivirla. Porque vivimos con otros, no solos, y
nuestro orden, os lo decía antes con mi mesa, también permite encontrar a otros
lo que están buscando entre nuestras cosas y también, porque no, encontrarnos a
nosotros mismos.
Que combinación mas complicada,
tenerlo todo ordenado y desordenado a la vez. La verdad es que casi no se ni de
que estos hablando, la verdad es que no se como hay que vivir la vida, no se ni
lo que quiero de la mía como para andar vendiendo consejos. Una cosa si tengo
clara, deberíamos ser cada uno los que decidiéramos, de que manera o maneras
queremos vivir nuestras vidas. La sociedad es demasiado encorsetada y nos
limita mucho para que nuestras vidas sean aceptables y aceptadas, y ser
aceptado, integrarse en el colectivo es muy importante y esa presión social en
ocasiones nos hace vivir una vida que no es la que queremos. ¿Pero que es lo
que narices queremos? ¿qué es lo que nos haría felices? Que difícil la verdad,
no tengo ni idea para mi, no tengo ni idea para nadie.
En el fondo este cuento no tiene
moraleja. No hay ordenes ni desordenes que vender ni comprar. No es ni tan
siquiera una invitación a la reflexión, aunque ojala os hiciera pensar. Tan
solo quería contaros que sin el desorden, sin, como me decía una amiga, haber
perdido nada, mi vida es completamente insulsa. Mas que eso, está casi completamente
vacía. Tal vez el orden esconda algún día ese vacio pero estoy seguro que no lo
llenará nunca. Supongo que la felicidad es posible de muchas maneras, pero
algunas son mas plenas que otras y sobre todo mas bellas.