miércoles, 7 de marzo de 2012

No hay finales suaves cuando se afilan las espadas,
las guerras son un sinsentido dónde todos pierden.
¿Por qué me metí esta guerra? ¿la inicié yo?
¿Por qué embestí con fiereza cuando todo estaba perdido?
Hay estocadas de muerte necesaria,
pero mil minúsculos aguijones matan lentamente.
Una gota de sangre escapando por cada pinchazo,
una gota de vida que se desvanece.
La palidez es el rostro de los muertos,
la palidez es el rostro del que se desangra.
Es cierto que es más fácil sanar de mil pinchazos
que sanar de una certera estocada,
pero cuando el destino es la muerte
es más fácil morir de un solo golpe.
Yo no inventé la guerra, solo he jugado a ella,
y he golpeado con toda la frustración,
con todas las decepciones,
con todas las traiciones,
las mentiras,
las excusas,
y por supuesto con toda mi autocompasión.
Supongo que podría haber sido mas fuerte
y dejar otra opción mas a la vida,
podría haber vuelto a esquivar el sentimiento de no ser nada,
ese sentimiento de ser lo último,
de estar detrás de todas las opciones.
Soy débil por no haber podido aguantarlo,
pero ya no siento culpa,
solo dí un único mal golpe cuando me sentía arrinconado.
Las excusas son el escudo del cobarde y las mentiras su espada,
defenderse a manos limpias es una gran desventaja,
solo dejan opción a un solo golpe certero
que con suerte acabe con todo para siempre.
¿Con suerte? No, evidentemente no es suerte,
es una desgracia, una horrible desgracia,
pero aun no soy capaz de encontrar otras opciones.
¿Hubiera sido mejor morir con las manos limpias?
¿Hubiera sido mejor sufrir eternamente esta sangría descorazonadora?
El tiempo hará que me arrepienta,
no, ya estoy arrepentido,
el tiempo solo hará que otras opciones parezcan mejores.
Tal vez lo fueran.
No hay vuelta atrás.
Seguiremos el camino con lágrimas en los ojos
y con cada vez mas barro en las botas.