martes, 13 de diciembre de 2011

Solo puedo odiar haberte conocido;
odio haber sentido tu mirada,
el calor de tu sonrisa,
tus caricias lejanas,
la felicidad de tu risa.
Odio haber contemplado tu belleza,
haber oído tus amables palabras,
haberme refugiado en tu pecho.
Odio tu calor, tu frío, tu ternura,
tu aliento; odio cualquiera de tus gestos,
cualquiera de tus dulces movimientos.
Los odio; odio todo de ti.
Tu día, tu noche, tu cielo, tu infierno,
tu mundo, tus penas, tus alegrías,
tus sueños y todas tus pesadillas.
Lo odio todo.
Lo odio.
Odio este tremendo vacío,
odio el hueco que ocupaste,
el hueco que aun ocupas,
odio este martirio cruel,
odio esta amarga experiencia.
Odio todo lo que me diste,
y todo lo que me has dejado,
odio tu sombra, tu sol, tu luna,
tu estrella, y tu maldito planeta.
Los odio; los odio con todo mi corazón.
Lo odio todo; todo de ti.

Lo odio todo.

Lo odio con lágrimas en los ojos,
lo odio con esta maldita piel de gallina
y este estremecedor sentimiento que me recorre.
Lo odio, ¿no lo entiendes?
Lo odio todo porque te sigo queriendo;
lo odio todo porque no puedo soportar tu ausencia.