Me quedé embobado mirando a un cielo que pasó del naranja al
negro de una noche sin luna. La luz de la villa tan solo permitía que se vieran
algunas pocas estrellas, las mas brillantes, un universo tan lejano que estaba
fuera de mi alcance. Poco a poco las nubes fueron cubriéndolo todo, nubes
negras que terminaron desencadenando una tormenta. Que diferentes éramos, a mi
me relajaba sentarme a cubierto a contemplar los rayos y los truenos, la
intensa lluvia cayendo, incluso alguna veces salía de mi protección para que la
lluvia me calara hasta los huesos. A ella le daban miedo las tormentas, se
sobrecogía y se encerraba en si misma adoptando una posición fetal de
protección. Nunca estuvimos juntos durante una tormenta, la hubiera abrazado
para intentar trasmitirle mi tranquilidad, mi protección, mi amor. Siempre que
había tormenta me acordaba de ella y sentía la impotencia de no poder
protegerla. La misma impotencia que sentía ahora. No era de extrañar que hasta
un Ciberbog, una maquina casi perfecta, la quisiera.
Ese pensamiento me llevó a recapitular lo que me había
sucedido en los últimos días. El encuentro con el ciberbog, la cortina
descorrida de mi apartamento en la ciudad, mi huida en el aeropuerto, la muerte
de la doctora Roes, mi conversación con Kint, la visita a mi casa. ¿Por qué lo
habían ordenado todo? Solo podía conjeturar que al encontrarse todo desordenado
supusieron que alguien mas me buscaba, que pensaban que aun no había vuelto por
mi casa y que si lo hacía no debería encontrarme con nada que me hiciera
sospechar y salir huyendo. No me conocían, tan solo un pequeño movimiento en
algún objeto hubiera delatado la presencia de algún intruso. Me perseguían,
ahora estaba seguro y la muerte de la doctora Roes me hacía temer que con las
peores intenciones posibles.
¿Y ahora qué? ¿Qué mas podía hacer? ¿Qué pasos debería dar
para salvar mi vida? Sin duda la única manera de no estar huyendo toda la vida
era intentar desentrañar lo que estaba sucediendo. No se me ocurría qué mas
hacer en la villa y era mas que posible que en algún momento me terminaran
encontrando a mi o a alguien delatara mi presencia. Tal vez no fuera lo mas adecuado
pero veía claro que tenía que volver a la ciudad y buscar al Ciberbog o al
menos enterarme de si había sido destruido, cosa que dudaba por el interés científico
que tenía que una maquina hubiera generado sentimientos.
No cogería ningún vuelo, estaban demasiado controlados y ya
había gastado toda mi suerte para pasar los controles en mi regreso a la villa.
Los vuelos estaban controlados para, supuestamente, evitar atentados
terroristas pero estos se seguían produciendo. Sin embargo otros medios de
transporte masivos no tenían absolutamente ningún control, ni los tubos, ni los
magnetobuses, ni los trenes de suspensión gravitatoria… Cualquiera podía
provocar una auténtica tragedia en cualquiera de estos medios de transporte ¿Por
qué se controlaban únicamente los vuelos? Solamente se me ocurría una razón,
infundir miedo, dar la sensación de que nuestra vida esta amenaza, con el miedo
somos mas controlables, mas dóciles y mas aun con aquellos que supuestamente
nos están protegiendo.
El viaje a la ciudad era posible hacerlo por tierra, sería
largo, tedioso y cansado pero a pesar de tener que atravesar fronteras estaría
exento de controles salvo imprevistos. Comencé a planificar la ruta, no iría
directo, me iría desplazando entre ciudades para que no se me pudiera seguir la
pista con facilidad. Esperaba que mi identidad de incognito en la red no fuera
descubierta, en ella se basaba toda posibilidad de alcanzar mi destino con
éxito. Un éxito que el destino me había negado en la vida.